• 28 abril, 2023

Por qué tener una actitud positiva es cada vez más valorado en los espacios laborales

Por qué tener una actitud positiva es cada vez más valorado en los espacios laborales

Es una cualidad cada vez más apreciada, un intangible que vale mucho y tiene la particularidad de depender completamente de cada persona.

Hace más de veinte minutos que estamos esperando y, hasta el momento, el mozo nunca vino a tomarnos el pedido. Cada vez que lo vemos pasar buscamos captar su atención, pero él se pasea con la mirada dispersa. Finalmente logramos que otra camarera se acerque a nuestra mesa, aunque no sea el sector que tiene asignado, pero es gracias a ella que nos terminan tomando el pedido. Ese gesto, que registra nuestra necesidad, sin dudas terminará por definir la impresión que nos llevemos del restaurante. “Es sólo una cuestión de actitud”, dice una vieja canción de Fito Páez. Y a eso vamos: tanto en el mundo laboral como en la vida misma, la actitud tiene un impacto central y es un plus que, al final del día, hace la diferencia, informa Infobae.

Sobran ejemplos de este estilo, que muestran cómo la actitud positiva ante la vida es cada vez más valorada en todos los ámbitos.

En el mundo laboral, la actitud positiva también tiene un gran impacto. Es el caso de una conocida empresa de consumo masivo, que desde su área de Sostenibilidad invita a los empleados a participar de su actividad anual de voluntariado. No se trata de un proyecto más, sino de una iniciativa de alto impacto en la organización. Sin embargo, solo unos pocos colaboradores levantan la mano y se postulan a la convocatoria. Esa voluntad de participar abre, en sí misma, un mundo de posibilidades; la actitud de estos empleados sienta un gran precedente, ya que este plan fue elegido como el modelo de trabajo que impulsarán a futuro.

Somos lo que hacemos

Estos ejemplos, que reflejan lo que sucede en ámbitos tan diferentes, nos muestran el poder de la actitud como un valor en sí mismo. Al respecto, Victor Frankl, neurólogo, psiquiatra y filósofo austríaco que sobrevivió a los campos de concentración del nazismo, nos enseña que “cuando ya no podemos cambiar una situación, tenemos el desafío de cambiarnos a nosotros mismos”. Y va más profundo: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino”.

Podemos no tener el control sobre lo que sucede, pero sí podemos elegir cuál será nuestra actitud ante esas cosas que suceden. No somos lo que pasa sino que somos lo que hacemos ante aquello que nos pasa. Poseemos la capacidad de decidir cómo queremos reaccionar ante las distintas circunstancias que nos plantea la vida y eso es lo que nos define.

Los estudios en este sentido demuestran que la actitud está relacionada con cómo son nuestros comportamientos y cómo reaccionamos ante distintas situaciones. Son esos lentes que utilizamos para recibir la información, cómo actuamos ante ella y cómo la traducimos en acción. Es la forma en cómo abordamos cada momento y cómo nos desempeñamos ante cada uno de los estímulos. Esta manera de transitar la vida se manifiesta en nuestros comportamientos.

Si desmenuzamos la idea, vemos que está compuesta por varios componentes que incluyen entre otras la mentalidad, el punto de vista y nuestro sistema de creencias. En definitiva, es un conjunto de actividades que muestra quiénes somos. Al respecto, la escritora especializada en liderazgo Carolyn Landesman lo sintetiza de una manera elocuente en su modelo “ABC”, conocido de ese modo por sus tres componentes:

-Affective (afectivo, en inglés): Que involucra las emociones.

Behavioral (comportamiento en inglés): La manera en cómo actuamos ante esas emociones.

-Cognitive (cognitivo, en inglés): Es el sistema de creencias que tenemos y por el cual se genera todo el proceso de emociones y de comportamientos.

En resumen, la actitud es lo que pensamos, sentimos, cómo actuamos y cómo lo expresamos ante cada uno de los acontecimientos que atravesamos. Hay que ser consciente de que la actitud tiene un efecto de contagio. Una buena actitud colectiva generará un contagio positivo, que permitirá alcanzar los mejores resultados.

Los componentes de la actitud

El hecho de tener una actitud positiva nos favorece y genera un impacto muy alto en los equipos, que nos permite potenciarnos tanto a nivel individual como grupal. A partir de la actitud de cada integrante, el comportamiento general se verá favorecido. Es “ponerlo todo, dejar todo en la cancha en cada pelota”. Ahora bien, cuando hablamos de actitud positiva, ¿cuáles son sus componentes?

1. Asertividad: es la capacidad de presentar y expresar nuestras emociones frente a los otros, con argumentos sólidos, sin agredir, sin generar rispideces y de forma apropiada y adecuada.

2. Orientación a la acción: la constancia y persistencia de querer hacer que las cosas sucedan, un atributo cada vez más buscado.

3. Proactividad: la capacidad para anticiparse y tener iniciativa propia para que los resultados sean satisfactorios. ¡Levantar la mano!

4. Empatía: la capacidad de ponerse genuinamente en el lugar del otro, de sentir cómo siente el otro, vibrar como lo hace el ajeno.

5. Capacidad de rápida reacción: responder de forma veloz y en la dirección apropiada, sin vueltas, ante los diferentes estímulos.

6. Milla extra: estar siempre dispuesto a dar un paso más y ofrecer un plus, una cuota adicional a lo que se nos pide.

7. Entusiasmo: la cuota de alegría y de ánimo positivo, de sentimiento grato de vida que se necesita, que nos permite enfrentar positivamente las distintas circunstancias.

8. Compromiso: tomarnos con responsabilidad los distintos desafíos y desarrollarlos como una auténtica obligación. Es generar los mecanismos para hacer que las cosas sucedan, que aquello que nosotros acordamos ejecutar, se haga.

9. Colaboración: trabajar en equipo, sin condicionamientos, sabiendo que nadie puede lograr las cosas por cuenta propia.

10. Multi habilidades: aprender permanentemente y sumar conocimientos en varios rubros, de manera tal que podamos ser útiles en diferentes ámbitos y situaciones con distintos tipos de competencias.

Cómo desarrollar y sostener la actitud

Existen diferentes caminos que podemos tomar para desarrollar y sostener la actitud, entre otros podemos considerar:

1. Impulsar la curiosidad: es el deseo de saber cosas nuevas, de averiguar y encontrar nuevos caminos.

2. Nunca hacer comentarios negativos innecesarios: evitar hablar mal sobre personas o situaciones. Sustituir la queja por aquello que podemos cambiar para mejorarlo. Utilizar un vocabulario positivo todo lo que sea posible.

3. Rodearse de personas con actitud positiva: para que una buena actitud sea la semilla apropiada del crecimiento. No caben dudas de que la actitud es contagiosa y que su crecimiento será exponencial y extensivo a las personas que nos rodeen.

4. Ver, escuchar y aprender de los mejores: tomar el ejemplo de los que lo practican habitualmente. Comprender sus secretos e imitar sus comportamientos

5. Ejercer la gratitud: agradecer y retribuir por aquello que recibimos de los otros; es un acto noble y gratificante.

En definitiva, independientemente de la actividad que desarrollemos y del ámbito en el que nos desempeñemos, la actitud es un activo clave que nos distingue. Es ese plus que hace la diferencia, ya sea en el trabajo, en el deporte, con la familia o los amigos. Es ese mozo que nos ve y nos atiende con una sonrisa y también ese empleado del banco que nos deja entrar a las 15.01 para que hagamos ese depósito salvador.

Se suele decir que la actitud no se negocia, nunca. Es una cualidad cada vez más apreciada, un intangible que vale mucho. Y tiene una particularidad, ¡depende ciento por ciento de cada uno de nosotros! Ahora más que nunca, como dice Fito, “es sólo una cuestión de actitud”.

Fuente: Infobae

Etiquetas: actitud positiva / COLABORADORES / el poder de la actitud / Empresas / equipos de trabajo

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