Las hormonas tienen una participación muy importante, pero también existen otros factores.
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Es frecuente tener problemas para dormir o para permanecer dormido, sobre todo a medida que envejecemos. Y de acuerdo con las investigaciones, para las mujeres estas dificultades pueden ser todavía mayores.
En una encuesta reciente de la Fundación Nacional del Sueño, las mujeres eran mucho más propensas a reportar dificultades para quedarse dormidas y permanecer dormidas.
Esos problemas pueden surgir en la pubertad y continuar durante toda la edad adulta, señaló Fiona Baker, directora del Programa de Investigación del Sueño en SRI International, un instituto de investigación sin fines de lucro con sede en Menlo Park, California.
Además, según los especialistas, esto puede ser resultado de una serie de factores que pueden ser biológicos, psicológicos y sociales. Sin embargo, la buena noticia es que hay ciertas cosas que nos pueden ayudar.
¿Qué hay detrás de los problemas para dormir de las mujeres?
Baker explica que, durante los años reproductivos, los cambios hormonales en el ciclo menstrual pueden provocar cambios en el estado de ánimo (como ansiedad y depresión) y síntomas físicos (como cólicos e hinchazón y sensibilidad en los senos), los cuales pueden alterar el sueño.
Los síntomas durante el embarazo —como la náusea, la necesidad de orinar con frecuencia, la ansiedad y la incomodidad generalizada, dependiendo del trimestre— también pueden desencadenar trastornos del sueño, señaló Shelby Harris, profesora adjunta de neurología y psicología en la Escuela de Medicina Albert Einstein en la ciudad de Nueva York. Esto ocurre, sobre todo, durante el primer y el tercer trimestre, afirmó Harris.
Desde luego, señaló Harris, también está la alteración del sueño que resulta del cuidado de un recién nacido, la cual puede prolongarse mucho tiempo después de que el bebé ya duerme durante toda la noche. En ocasiones, el “cerebro de las mujeres casi está entrenado para escuchar al bebé”, puntualizó, cosa que puede dar lugar a un patrón de hipervigilancia y capacidad de respuesta que tal vez dificulte poder dormir.
Las hormonas vuelven a tener un papel primordial durante los años próximos —y posteriores— a la menopausia. Baker comentó que hasta el 80% de las mujeres comienzan a tener bochornos en la perimenopausia (más o menos los cuatro años de transición a la menopausia) y que estos pueden prolongarse durante varios años más. No obstante, para cerca del 20% de las mujeres, estos bochornos son lo suficientemente frecuentes e intensos como para perturbarles el sueño, aseveró.
Las mujeres también tienen un mayor riesgo de desarrollar algunas enfermedades mentales, como la ansiedad y la depresión, cosa que puede agravar los problemas de sueño. De acuerdo con una encuesta de Gallup publicada en mayo, el porcentaje de mujeres que decían tener depresión o estar siguiendo un tratamiento para esta fue más del doble que el de los hombres. Además, el Departamento de Salud y Servicios Humanos señala que, a lo largo de su vida, las mujeres tienen más del doble de probabilidades que los hombres de recibir un diagnóstico de trastornos de ansiedad a lo largo de sus vidas.
Cómo mejorar el sueño
Por fortuna, sostiene Harris, hay algunas soluciones eficaces a la disposición.
Mucha gente reconoce que la terapia cognitiva conductual para el insomnio (o CBT-I, por su sigla en inglés) es el mejor tratamiento de primer nivel, explicó.
Se ha demostrado que esta mejora la calidad del sueño y disminuye los síntomas de la depresión al utilizar una serie de técnicas cognitivas y conductuales, como identificar y reformular patrones de pensamientos negativos, practicar la atención plena, realizar un seguimiento del sueño y cambiar los horarios para irse a dormir, comentó Harris.
Baker asegura, que la terapia de remplazo hormonal, la cual consiste en compensar la pérdida de hormonas durante la transición de la menopausia, se considera la manera más eficaz de tratar los bochornos. Eso sí, las recomendaciones vigentes son “tomar la menor dosis durante el menor tiempo posible”, observó Baker, debido a que este tratamiento puede tener ciertos riesgos.
Finalmente, es importante reconocer que es normal que el sueño varíe de una persona a otra y de una noche a otra.
Además, despertarnos después de que nos hayamos quedado dormidos no significa necesariamente que exista algún problema. “Todos despertamos a mitad de la noche”, agregó Harris, “solo que algunas personas lo recuerdan más que otras”.
Fuente: The New York Times