• 3 octubre, 2013

“Soy feliz en la universidad”

El fundador y rector de la Universidad Galileo tiene 75 primaveras y está en la flor de la vida. Es un hombre lleno de proyectos y con una vitalidad digna de admiración. Este querido profesor por cuyas aulas han pasado miles de estudiantes guatemaltecos ha dejado una profunda huella en el mundo académico, más allá de las fronteras de su país.El doctor Eduardo Suger estudió en el Instituto Tecnológico Federal de Zúrich, en el mismo en el que se formó el célebre Albert Einstein, premio Nobel de Física. Hasta allí llegó a conocer al padre con el que no había tenido contacto desde su nacimiento y en seguida despuntó también en la labor docente a la que ha dedicado su vida. Como él mismo destaca, fue el primer físico que llegó a Centroamérica. Pero no se conformó con dominar solo un área de la ciencia y continuó su formación y especialización en biología y economía, entre otras.

Suger ha hecho de la excelencia académica su bandera y sacó la universidad a la calle para llegar a los rincones más recónditos de Guatemala y a todos los estratos sociales. En 1994 fundó el Programa de Educación Abierta Fisicc-Idea, que cuenta hoy con 84 centros de estudios en toda Guatemala.

A través de la Universidad Galileo también se ofrecen “programas para no videntes, para gente sin audición, parapléjicos y cuadrapléjicos. Y para el adulto mayor, para que pueda comunicarse con el nieto, y pueda usar un celular y acceder al Internet, y que no sienta que la sociedad lo rebasó y que vive en un mundo que ya no comprende”, destaca Suger.

La Universidad Galileo empezó como la Facultad de Ingeniería de Sistemas, Informática y Ciencias de la Computación (FISICC), de la Universidad Francisco Marroquín, en 1977, en respuesta a la creciente necesidad de profesionales capacitados en informática. Hoy esta institución alberga a más de 40.000 estudiantes.

Eduardo Suger también ha dejado su huella en otras universidades de la región con las que ha colaborado, además de que ha dado clases en El Salvador, Honduras y Nicaragua. “Muchas veces se le atribuyen nuestros problemas de desarrollo a las grandes masas desposeídas que han tenido poca educación, pero yo creo que nuestro problema es que solo pueda dar quien tiene y, lamentablemente, quien tiene los recursos no se ha preocupado por tener un alto nivel educativo, y no piensa a largo plazo. Si creciera el nivel educativo, crecería el nivel profesional en Centroamérica”, subraya el Dr. Suger.

La revolución en la educación. Educar es cambiar visiones y transformar vidas. ¿Esos lemas de la Universidad Galileo dicen ya mucho sobre su papel en el panorama universitario guatemalteco?

Creemos que lo que hace falta a muchos países de esta área, y en particular a nuestra querida Guatemala, es tener una visión distinta. Solo es a través de una buena educación como una persona puede principiar a vislumbrar que las fronteras se extienden, y que hay otras formas de organización social para poder vivir en paz. Es un cambio de visión lo que la educación nos debe dejar. Hay un dicho referente a Maxwell y a Newton que dice: “Pude ver más lejos porque me subí a hombros de gigantes”. Comparamos la educación con el ir subiendo en una escalera, y a mayor altura, el horizonte se va extendiendo. Lo que a veces causa problemas en nuestras sociedades contemporáneas es la estrechez de los horizontes.

¿Por qué su propuesta educativa es completamente diferente de la tradicional?

Porque ofrecemos carreras que antes no se ofrecían en Guatemala. Todo el universo evoluciona en forma permanente, ni las estrellas ni el sol están estancados. Entonces, uno de los problemas en educación superior es que muchas universidades se quedan estancadas, se tarda en salir de las carreras tradicionales en un mundo que nos plantea una realidad variable en cada momento. No había licenciaturas vinculadas a la comunicación, a las ciencias de la información, la seguridad bancaria…, temas que el mundo de hoy demanda.

¿Se preveía ya en 1977 el desarrollo que tendría la informática en la sociedad?

No había en ese momento computadoras personales. Teníamos la visión de cuál iba a ser el siguiente paso en la evolución de la geopolítica. Ya no podía sostenerse un muro de Berlín, la estructura de la URRS. Ya habían salido los intentos del Sputnik, los satélites. Había un interés científico para observar la luna, y los que tenían más visión decían que podían servir para algún tipo de espionaje y movimiento de armas de un país para otro en esa época aguda de guerra fría, como el Arpanet. Los más visionarios decían que se venía un desarrollo enorme que iba a trasformar radicalmente todas la formas de producción, de educación y las actividades de la raza humana, que surgió con Internet. Para eso se dio la caída del muro de Berlín, la reestructuración de la Unión Soviética, la Unión Europea, de pronto se dio una secuencia de eventos y nosotros teníamos que estar preparados para podernos incorporar a esos movimientos globales. Y es de donde surge el nombre de la aldea global. Yo pensé: “Nuestros bancos se tendrán que comunicar de una manera diferente con los bancos del resto del mundo”. Imagínese que las trasferencias de las remesas de los guatemaltecos migrantes en ese entonces eran por correo ordinario, se perdían por el camino, y ahora es un simple clic. Teníamos que preparar toda la infraestructura en lo referente a hardware y software. Fuimos los primeros en diseñar los cursos de ingeniería y rediseño de las empresas.

¿Cómo plasmó la idea de independizar la facultad y fundar una universidad?

Cuando creamos la Escuela de Computación en la Universidad Francisco Marroquín se nos avisó de que no existían los recursos para financiar esa carrera. En ese entonces un disco de 75 megabytes costaba US$30.000. Me dijeron: “Si usted puede juntar personas que quieran invertir su dinero en ese sueño suyo, hágalo. Y nosotros le damos el techo de la Universidad Francisco Marroquín para poder hacer la carrera autorizada en el país y poder otorgar títulos”. Y esa facultad creció rápidamente. La juventud palpaba que ahí estaba el futuro. Teníamos informática, electrónica, no habíamos principiado con telecomunicaciones, mecatrónica, robótica. Realizamos el préstamo en un banco y nos lanzamos. En 1990-91 ya éramos prácticamente el 60-65% de la Marroquín. Hicimos todo el trámite para crear una universidad y empezamos a funcionar el 30 de octubre del 2000, cuando nos trasladamos a edificios propios con un equipamiento muy moderno.

¿Por qué eligió el nombre de Galileo?

Galileo le pone fin a la Edad Media. En la cultura europea, junto con Descartes, marca el renacimiento de la sociedad. Entonces, esta universidad debe marcar una nueva forma de pensar y de vivir en Guatemala, una sociedad diferente. Obviamente, la ciencia y la tecnología son parte de esa transformación porque en nuestros países se encuentran muchas personas en el área de ciencias sociales. Recuerdo que cuando yo volvía de Suiza llegué a la Universidad del Estado que estaba en ese entonces, yo pasaba por cada salón y había oradores fabulosos de temas de sociedad y de revolución, pero en ciencias, laboratorio e investigación había mucha escasez. Eso coincide con lo que Oppenheimer –quien recibió un doctorado honoris causa en nuestra universidad– dice en su programa de televisión: que lo que necesita América Latina para su desarrollo es tener más patentes, más ciencia y más tecnología y menos discursos.

¿Cómo se fue dando el crecimiento de la institución?

Totalizamos en la actualidad 40.000 estudiantes. Empezamos a crecer haciendo carreras diferentes, desde un nivel de doctorado en las áreas de ciencia y tecnología. Exigen presencia del estudiante por lo menos ocho horas diarias, pero para impulsar un cambio en el país tenemos que proyectarnos a toda la población. Guatemala tiene una diversidad étnica y cultural muy grande. Teníamos que llegar adentro. Desde la Marroquín yo ya había iniciado un programa de educación abierta orientado a la formación de pequeñas y medianas empresas en el interior de la república para la gente que no había llegado a la educación superior. Tenemos 84 extensiones universitarias repartidas en todo el país. Estamos ya utilizando el llamado Galileo Educational System (GES), mediante el uso de la red. Asimismo, contamos con una Escuela de Ciencias de la Salud, porque no había quién preparara enfermeras, con licenciaturas especializadas en geriatría, pediatría, en cuidados intensivos, preparamos técnicos en hemodiálisis, comadronas…

¿El GES ha supuesto una revolución educativa?

Sí, y me costó muchos combates crearlo, la gente de educación superior en nuestros medios siguen pensando en la universidad de 1800. Hoy en día tenemos una escuela en esteticismo del cabello, son jóvenes que quieren abrir un spa. También ofrecemos programas corporativos, las clases se imparten dentro de un banco, grupos en los que trabajamos de la mano de una empresa para preparar a nivel de maestría y licenciatura en industria, banca, comercio, con el Gobierno también, con la oficina de impuestos. Además, con el Instituto Nacional de Administración Pública. Así se fomenta más el compañerismo, el ambiente laboral se ha mejorado enormemente y la productividad, porque se quedan ahí mismo a estudiar, escapando así del problema del tráfico pesado.

También es cofundador de la Facultad de Ingeniería de Sistemas, Informática y Ciencias de la Computación de la Universidad Tecnológica de El Salvador. ¿Cómo surgió esa colaboración?

En Guatemala, conocí a Mauricio Lousel, fundador y rector de esa universidad y me invitó a dar una plática y empecé a apoyarlo, viajaba mucho a El Salvador. Me dieron varios reconocimientos, doctorado honoris causa, senador de la universidad y el laboratorio lleva mi nombre.

De los numerosos reconocimientos y distinciones que ha recibido a lo largo de su carrera, ¿cuál ocupa un lugar especial?

Mire, yo siempre he tratado que la universidad se integre en Guatemala, entonces creé el programa para la educación universitaria de los oficiales militares en el Ejército. Ahora en la Escuela de Oficiales Militares nosotros impartimos las clases académicas. El Ejército les otorga el grado de subteniente y nosotros les entregamos la licenciatura. Si quieren ascender de grado, tienen que llegar a alcanzar una maestría. Contamos ya con un ejército preparado, diferente al del pasado. A raíz de eso me dieron el reconocimiento de coronel asimilado (que quiere decir que no es de carrera), tengo todas las condecoraciones del Ejército de Guatemala: soy paracaidista honorario, ingeniero militar honorario, tengo la cruz del mérito de aire, mar y tierra. Abrí una carrera de la que me siento muy orgulloso para los oficiales de marina, ingeniería de ciencias del mar, y estoy iniciando la ingeniería militar para atender situaciones de emergencia.
Me siento también muy orgulloso de agradecimientos que tengo de las comunidades indígenas. Manejamos también la formación de maestros por cooperativa, son de comunidades de mucha pobreza y hemos llegado a otras muy remotas, como Mam, casi en la frontera con México.

¿Cómo surgió la creación de los programas académicos del Ejército de Guatemala?

Con la llegada de la computación empezaron a acercarse. También tenían que manejar pago de planillas y todas las operaciones administrativas del Ejército. Necesitaban preparar programadores, ingenieros y analistas de sistemas. Yo les iba a dar clases y así fue como les invité a estudiar a todos.

¿Esa academización del Ejército ya ha dado resultados?

Sí, recuerde que en nuestro país se han dado varios gobiernos militares; de hecho, el actual presidente es un general del Ejército, retirado. Antes llegaban vía golpes de Estado, era gente que no estaba muy preparada, tenían el nivel de primaria.

¿Esa búsqueda de la mejora de su país es lo que le llevó a dar el salto a la política?

Me daba tristeza pensar que los jóvenes estudian y sus padres tienen la esperanza de un mejor futuro para ellos. Pero no basta solo con eso, porque no se genera empleo por la falta de certeza jurídica, de trasparencia de la Administración, por un mal funcionamiento y gente muy mal preparada en el Congreso. Nuestros estudiantes emigran a Estados Unidos, México, Europa, Corea… Me metí en política porque hay que cambiar el rumbo del país, necesitamos un gobierno con gente que no esté buscando el éxito económico.
A mí no me gusta perder mi libertad trabajando en un cargo público, nunca fui aficionado a la política pero me dije, es una deuda que llevo con estos jóvenes. Yo me siento como que hubiera sido como un entrenador de futbol, pongamos Pep Guardiola, que entrena a genios como los que forman el Barça y resulta que no hay canchas ni pelota. ¿Para que superar los niveles si la inversión en el país no se da?
Soy feliz en la universidad, le doy gracias a Dios por haberme permitido pasar mi vida enseñando y haciendo investigación. Yo no soy un buen candidato, primero porque digo abiertamente lo que pienso y segundo porque no me dejo manejar. Dicen que soy muy soberbio, pero no es eso, no voy a dejar que me manipulen.

Ha sido candidato en tres ocasiones a la presidencia, ¿continuará su carrera para liderar el país?

Ya no más. Estoy entregado totalmente a la universidad, con ilusión de hacer cosas nuevas.

¿De padre suizo y madre guatemalteca? ¿Qué genes son los dominantes?

Creo que tengo un poco de cada uno y hay una tercera parte, la ascendencia de mi padre es también francesa (hay una calle Suger en París y el abad de Suger fue quien hizo la catedral de Saint Michel). Yo nací en Zúrich, en 1938, cuando ya estaba la guerra en puntos muy altos. Mi padre tuvo que ir a prestar el servicio militar cuidando fronteras, mi madre, sola, sin hablar el idioma y con el temor de la Segunda Guerra Mundial, logró atravesar Alemania y se vino conmigo a Guatemala. Yo tenía un año y ocho meses. No conocí a mi padre, ni en foto y crecí aquí. Pasé poco tiempo con mi madre, viví con una abuela, con una tía abuela, en una iglesia. Di muchas vueltas, no tenía un hogar fijo.

¿Por qué decidió ir a estudiar a Suiza y conocer al padre ausente?

Mi ídolo era Einstein, yo quería estudiar donde él estuvo. Y por primera vez fui al Consulado suizo de Guatemala y mandé a través del cónsul una carta a mi padre con una foto mía, diciéndole que quería ir a estudiar al Instituto Tecnológico Federal de Zúrich. Y me dijo que me daría casa y comida. Por parte de mi abuelo materno logré el apoyo para poder pagar la universidad los primeros años y luego trabajando. Me fui a Suiza en 1956. En el aeropuerto me encontré por primera vez con mi padre y mi madrastra y viví con ellos. Cambió mi vida completamente y empecé a preparar el examen para la admisión en la universidad. Tuve que ir cinco meses al servicio militar. Estudié en Suiza durante ocho años y medio. Al graduarme trabajé con IBM, que tiene un centro de investigación. Allí estuve muy feliz hasta que conocí a mi esposa.

¿Qué significó para un joven de 17 años encontrarse con la Suiza de los años 50?

Significó encontrar una sociedad radicalmente diferente, donde realmente quieren su terruño y por eso lo cuidan excesivamente. Allí aprendí que las 7.15 minutos son las 7.15 minutos. Es una sociedad sumamente estricta. Mi padre hablaba 13 idiomas, él fue traductor oficial de los reglamentos de la FIFA.

¿Por qué se hizo físico-matemático?

Por la admiración hacia Einstein. Ahí sí fracasé, yo quería hacer lo que él hizo pero no pude. Murió en 1955, la relatividad no era el fuerte en ese entonces del Politécnico de Zúrich, ahí estaba Wolfgang Pauli, que fue mi profesor, premio Nobel de Física, de ahí la fortaleza de ese momento. El tema de acción era la mecánica cuántica, finalmente yo me dediqué a ella y no hice relatividad. Y después trabajé en IBM en mecánica cuántica y cuando me fui a Texas me incorporé al grupo de física molecular y mi trabajo de disertación para el Ph.D. fue en mecánica cuántica. Lo que he publicado ha sido también en esa área

Se casó con una guatemalteca, ¿cómo conoció a Regina Castillo?

Conocí bellezas españolas, francesas, etc. Yo sí creo en el fenómeno del flechazo. En 1960, vine a pasar un mes a Guatemala. Mi madre me dijo: “No te pensarás quedar allá y casarte con una suiza”. “No, con aquella que está allá me voy a casar”, le repliqué. Y señalé a mi esposa, que estaba en una casa vecina. Me dijo: “Si ni la conoces”. Bajé, la conocí y a los tres días la propuse matrimonio. Ella tenía 16 años y yo 20, me dijo que no. Me fui y nos escribimos. Su madre es de origen nicaragüense y su padre guatemalteco. La abuela materna la invitó a un viaje a Europa y me pasaron a visitar. Ahí fue el flechazo final. Yo la molesto siempre y le digo que me llegaron a traer. Y la he aguantado 50 años. El 11 de enero celebramos las bodas de oro.

Se fue a Suiza, EE. UU., pero siempre ha regresado a Guatemala, ¿por qué?

Volví de Suiza para casarme y dejé mi trabajo en IBM. A la semana de haberme casado me puse a dar clases en la Universidad San Carlos. Pero quería terminar el doctorado. La IBM de Suiza la pasaron para Nueva York, pero tampoco me fui. Tuve la oportunidad de irme a Chicago y tampoco me fui. Nació mi primer hijo y seguía dando clases, nació el segundo y seguía en las clases, y con tres hijos me fui a Texas. Nunca llevé a mis hijos a un parque porque vivía metido en la universidad. Y me vine para acá. Fui el primer físico que llegaba a Centroamérica.

¿Alguna vez ha lamentado no haberse dedicado más al mundo empresarial, tras su paso por IBM?

No. Yo soy creyente en Dios y dije que él me puso con los físicos, los premios Nobel, aprendí mucho en Zúrich, publiqué trabajos. Ahora quiero seguir investigando en física. Ya no doy clases de economía ni de empresas. Estoy sumergido nuevamente en el mundo de la física teórica. Se ha dedicado el físico a estudiar el microcosmos y el macrocosmos, a escala humana no hemos avanzado mucho y estoy en esos campos incursionando ahora.

Es un apasionado del tenis.

No tomo nada por diversión, me he lastimado mucho porque todavía creo que voy a llegar a ser campeón de Wimbledon. Toda la familia es aficionada a este deporte. Mi nieta quiso ser tenista profesional y también se ha ido a Florida y va estudiar en una universidad de Boca Ratón y ya está en el equipo de tenis.

Como suizo, habrá apoyado a Roger Federer.

Federer, creo que es un gran tenista, también me impacta mucho Nadal, que es un tenista bárbaro; Djocovic y Verdasco. El español Manolo Orantes era el tenista que más admiraba. Aquí tenemos una escuela de deporte para preparar entrenadores de atletas de alto rendimiento y estamos en contacto con el Centro de Alto Rendimiento de Barcelona.

¿Hasta cuándo seguirá en activo?

Mire, yo pienso que la muerte es un proceso natural, que todos nos vamos un día, pero mientras vivamos, ¡vivamos la vida! Hago deporte diariamente, gimnasia una hora y tenis media hora, y el fin de semana nado.

¿Qué legado dejará a su familia, en el mundo universitario y a Guatemala?

No alcancé la grandeza de esos hombres que hacen un legado al mundo. Tengo publicaciones pero no logré mi sueño que era llegar a un nivel alto en relatividad. Mi legado es mucho profesional, miles de estudiantes formados, un ejemplo y un estilo de una docencia clara, que un profesor realmente quiere dar lo poco o mucho que tiene, no anda con miserias o tratando de economizar dando conocimiento a las personas. Creo haber formado muchísimos profesionales, me hubiera gustado haber dejado una gran contribución en física o matemática. Les digo a los estudiantes que pienso en un teatro, los que están delante, los que van en línea, los que no consiguieron entrar. Yo conseguí entrar al espectáculo pero no logré alcanzar las primeras filas, menos el escenario. Siempre hay grandes ligas.

Myriam B. Moneo
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Etiquetas: Eduardo Suger / Guatemala / Universidad Galileo

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