Los teatros, cines y otros espectáculos culturales –gran atractivo de las grandes urbes– apagaron sus luces y muchas retinas de sus amantes, con capacidad de teletrabajar desde cualquier lugar del planeta, buscaron en la tranquilidad de las áreas rurales un nuevo lugar al cual llamar hogar.
Así lo relata Katiana Murillo, periodista y mercadóloga especializada en temas de cambio climático y sostenibilidad, quien, como consultora, coordina la red de comunicación en cambio climático para América Latina, LatinClima, impulsada por Costa Rica y Uruguay, cargo que le requería viajar constantemente. En febrero del 2020, regresó a Costa Rica luego de permanecer tres meses fuera del país, en países como Argentina, Uruguay y España.
Hacía ya tiempo que organizaba eventos virtuales en los que participaban periodistas y comunicadores de toda la región pero, con la llegada de la pandemia, las cumbres, reuniones y eventos climáticos presenciales se detuvieron y todo lo que se pudo se tornó completamente virtual. Se acabaron los viajes y también hubo que replantear el trabajo.
“Caí en la cuenta de que con la pandemia estaba sin excusas para quedarme en San José, todo se podía hacer en línea y ese sueño que siempre había tenido de estar de forma permanente en la playa en algún momento de mi vida empezó a tomar forma, hasta el punto de que me llegaron a ofrecer lo que ya había imaginado: un apartamento en una colina con vista al mar a un precio que podía asumir. Y aquí sigo teletrabajando, tengo alquilado mi apartamento en San José y no cambio esta vida por nada: caminar por la playa, compartir con amigos la caída del sol y caminatas en sitios naturales, así como escribir y leer desde mi balcón con los sonidos de la naturaleza y el mar. Igual sigo hablando con la familia y mis amigos en el Valle Central y en otros países, como si nunca me hubiera marchado”.
Al igual que en el caso de Murillo, ciudades estadounidenses, canadienses, europeas y asiáticas han reportado un éxodo de habitantes hacia zonas rurales.
“La pandemia ha acelerado la migración fuera de las grandes ciudades y parece que la mayor parte del movimiento es, al menos por ahora, permanente. Un informe de My Move encontró que casi 16 millones de personas huyeron de las grandes ciudades durante la pandemia y 14,2 millones presentaron un formulario de cambio de dirección permanente. Este es un aumento del 1,2% con respecto al 2019 en las presentaciones de cambios permanentes de dirección”, asegura Globe St., publicación norteamericana especializada en bienes raíces.
Consecuencias para los bienes raíces
La firma de consultoría EY realizó un estudio sobre el impacto de la pandemia en subsectores del mercado de bienes raíces, en el cual afirma que “las piezas del ajedrez inmobiliario a nivel mundial se han visto forzadas a ejecutar movimientos involuntarios por la crisis que ha ocasionado el COVID-19”.
Rudy Sorto, gerente de Inmobiliario y Hospitalidad de EY, dijo que algunos de los subsectores de la industria inmobiliaria deberán adaptarse en tiempo real para evitar una mayor afectación y “tendrán que hacerlo sin el beneficio del aprendizaje por prueba y error, lo cual implicará espontaneidad e improvisación en la toma de algunas decisiones”.
El análisis de EY cita que la Universidad de Oxford, en alianza con SAID Business School en Inglaterra, realizó un estudio en el cual determinó que los jugadores del mercado inmobiliario más expuestos al deterioro en el mediano y largo plazo son los centros comerciales, los distritos centrales de negocios/ oficinas (“CBD-Office” por sus siglas en inglés), y los centros suburbanos de oficinas.
“Es importante guardar las distancias comparativas entre la región centroamericana y los países europeos en los cuales se realizó el análisis. Sin embargo, los resultados de dicho estudio son reveladores y merecen mucha atención en cuanto a algunos elementos que sí muestran similitud. Por ejemplo, en distintos países europeos se implementó de forma prolongada la restricción en el transporte y movilidad de las personas, situación que también se presentó en los países centroamericanos, con excepción de Nicaragua. Esta restricción disminuyó considerablemente la visita de los consumidores a centros comerciales y ha causado que el formato de compra presencial sea desplazado de forma sostenida por las compras en línea”, dice Sorto.
El especialista de EY explica que otra similitud con las decisiones gubernamentales tomadas en Europa es la restricción de apertura de comercios y oficinas en nuestra región, lo cual ha forzado a empleadores y a empleados a adoptar el formato de teletrabajo para aquellas funciones que así lo permiten. “El teletrabajo se ha convertido en el escenario propicio para la implementación de una tendencia que, a pesar de estar poco generalizada, ha crecido de forma muy importante”.
De acuerdo con Sorto, muchos empresarios han encontrado ventajas significativas que los pueden incentivar a reemplazar el trabajo presencial por el trabajo a distancia o a considerar una propuesta híbrida (presencial-remoto), con la consecuente disminución en la demanda de la adquisición o arriendo de metros cuadrados en el subsector de oficinas y comercio.
“A pesar de los grandes desafíos que deberán atravesar los subsectores con mayor exposición en la región, aún existe espacio para reinventarse y atraer al consumidor meta de cada potencial desarrollo inmobiliario, siempre que se valore la experiencia y expectativa del usuario con vista en los nuevos paradigmas que se deberán construir con miras en el ‘nuevo normal’ que pronto, Dios quiera, vamos a conocer”, asegura Sorto.
Impacto social
Aunque este tipo de movimientos poblacionales puede generar dinamismo en zonas rurales y reactivar áreas económicamente deprimidas, este cambio en la manera de trabajar, que ya impacta al sector inmobiliario, ha generado algunas preocupaciones en expertos sobre el efecto que pueda ocasionar.
Ashleigh Weeden, candidata a doctorado de la Escuela de Diseño Ambiental y Desarrollo Rural, de la Universidad de Guelph, en Canadá, afirma que el COVID-19 ha cambiado radicalmente la forma en que muchas personas viven y trabajan, lo cual está generando conversaciones interesantes sobre el potencial de un éxodo urbano a lugares suburbanos.
“Existe cierto desacuerdo sobre si estos cambios están ocurriendo realmente o si la pandemia simplemente ha acelerado las decisiones de reubicación que ya estaban en marcha. De cualquier manera, estos cambios pueden terminar rediseñando el mapa de donde viven los canadienses, produciendo implicaciones sociales, económicas y políticas complejas tanto para las comunidades rurales, como urbanas”, dice Weeden.
En una perspectiva mucho más amplia, la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO) considera que el COVID-19 generará una serie de secuelas para los productores forestales y agrícolas, entre ellas cambios demográficos a corto plazo.
“El despido de los trabajadores asalariados de escasos recursos acelera el ritmo de migración de las zonas urbanas a las rurales, creando tensión inmediata en los recursos, la seguridad alimentaria y los medios de vida de las familias y, posiblemente, aumentando el riesgo de exposición al COVID-19. Con frecuencia, los principales empleadores de las zonas rurales ayudan a contratarlos y a enfrentar sus necesidades. Esta
crisis es la ocasión para que los empleadores reformulen las formas en que los jóvenes y otros obreros que han regresado podrían utilizar la experiencia urbana adquirida para crear oportunidades para mantener sus tareas productivas”, dice la FAO.
Karen Refsgaard, directora adjunta de investigación de Nordregio, organización internacional de investigación que recopila información de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia, con sede en Estocolmo, asegura que han observado “cambios enormes en nuestra vida laboral, con muchas más oficinas en el hogar y menos desplazamientos y viajes. Es importante tener en cuenta, sin embargo, que esto es imposible aplicarlo a todos los segmentos de la población. Por ejemplo, ha sido imposible que personas con trabajos mal pagados, como conductores de autobuses, taxistas y limpiadores, trabajen desde casa durante esta pandemia”.
Refsgaard explica que, aunque se carece de una receta genérica que defina el atractivo rural, las interacciones entre el municipio y las empresas son muy importantes. “También vemos que la educación, especialmente si está vinculada a las oportunidades e industrias locales, puede ser determinante para atraer a los jóvenes”.
Sin tener claro si se trata de una tendencia permanente y sin conocer aún el volumen total de personas que optarían por este atractivo modo de vida, todo pareciera indicar que los efectos negativos que prevén los analistas se refieren directamente a migraciones masivas hacia las zonas
rurales, concepto antagónico a las previsiones de la Organización de las Naciones Unidas que calcula que para el 2050, el 68% de la humanidad vivirá en ciudades. En el 2018, ese porcentaje alcanzaba el 55%.
Por el momento, la migración urbana a áreas rurales pareciera traer beneficios tanto para las áreas receptoras, como para quienes tienen el privilegio de disfrutarla.
“Me quedaré lo que sienta que deba hacerlo. Estar acá me cambió la visión de muchas cosas. Ya la pandemia lo había hecho dándole sentido a mi trabajo en temas climáticos y sociales, haciéndome valorar las pequeñas cosas de la vida y enfrentándome con todo lo que estaba evadiendo. El costo-beneficio de trabajar en una zona como esta resulta sumamente viable, cuenta con todos los servicios, la gastronomía es excelente y sus atractivos naturales y culturales, innumerables. De hecho, me resulta más económico vivir aquí que en San José, con una calidad de vida mucho mayor. Al final, como en todo, solo hay que abrir la mente y dejar fluir”, dice Murillo.
- América Central bilingüe, oportunidad para el crecimiento - 11 abril, 2024
- Tecnología que mejora la calidad de vida - 10 abril, 2024
- Día Mundial de la Salud - 7 abril, 2024