• 30 mayo, 2022

Run Forrest Run

Run Forrest Run

Por Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva Gobierno Corporativo de Grupo Promerica.

Desde niña me han gustado los deportes y la actividad al aire libre. Crecí una buena parte de mi vida en un residencial, en una época donde podíamos jugar tranquilamente en la calle. Siempre preferí andar en bicicleta, en patineta y jugar beisbol, antes que quedarme adentro de la casa jugando con muñecas. Cuando llegué a Estados Unidos, un tío muy querido que practicaba tenis me enseñó a jugarlo.

Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva Gobierno
Corporativo de Grupo Promerica.

Hace unos años me metí a un torneo de tenis y me pasó algo que me asustó. La contrincante era mejor que yo, pero como en todo lo que hago no me daba por vencida, hasta que llegó un momento que me quedé sin aire. Qué sensación más horrible. Ya ni mi revés, que es mi golpe más fuerte, me estaba funcionando. Perdí el juego, pero eso no me importó porque lo que verdaderamente me dejó preocupada fue la falta de aire. Un par de días después fui a la neumóloga de mis hijos y después de hacerme varias pruebas, me dijo que tenía asma por ejercicio. Me recetó un inhalador y me dijo que lo trajera conmigo cuando fuera a hacer ejercicio intenso. Así que el Ventolin pasó a ser parte de mi bolso de tenis.

Siempre me llamó la atención correr. Comencé a ver a amigas que jamás habían hecho una gota de ejercicio, correr grandes distancias. Me contaban de lo bien que se sentían física y mentalmente, y la verdad es que se notaba. Entonces, en mis caminatas de las mañanitas, comencé a tratar de correr pero no aguantaba nada, pues me faltaba el aire. ¡Qué frustración más grande! Desistí de la corrida hasta que hace tres semanas mi hijo Andrés que nos visitó por unos días, nos introdujo al mundo de los corredores. Él jugó fútbol en el colegio, la universidad y en un equipo profesional de nuestro país. Siempre ha sido deportista, pero debido a una lesión en la rodilla después de la cirugía, dejó prácticamente de hacer ejercicios. En enero de este año se propuso hacer varios cambios en su vida y uno de ellos fue retomar el ejercicio y comenzó a correr.

Por varios meses nos estuvo compartiendo sus avances y todo su conocimiento, tratando de convencer a su papá y a mí de comenzar a correr. Nos visitó por unos días y nos explicó con más detenimiento las técnicas correctas para iniciar, y me dijo un domingo que fuéramos a correr. Después de decirle varias veces que no porque me quedaba sin aire, me dijo: “yo voy con vos”. Al ver su determinación le tomé la palabra y salimos por media hora. Él iba junto a mí guiándome. Cuando llegamos a la casa, no les puedo explicar la satisfacción que sentí de haber podido correr por más tiempo de lo que antes había podido. No he parado desde ese día y cada vez aumento la distancia, y mis pulmones se sienten con más capacidad. Mi temor por quedarme sin aire básicamente se lo “entregué a Andrés” porque sabía que estaría conmigo todo el camino diciéndome qué hacer.

De la misma manera funciona Dios. Cuando recibí mi diagnóstico de cáncer le entregué a Él mis temores, porque yo creo lo que dice Isaías 41:13: Porque yo soy el Señor, tu Dios, que sostiene tu mano derecha; yo soy quien te dice: “No temas, yo te ayudaré”.

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