• 14 marzo, 2024

Viviendo en la cima

Viviendo en la cima

Jaime Viñals considera que el montañismo más que un deporte es una forma de vida que lo mantiene en una constante meditación.

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Por Milagros Sánchez Pinell

Lleva 37 años haciendo montañismo. Un largo camino de subidas y bajadas que acumula cientos de anécdotas fantásticas, las cuales comparte como conferencista, escritor y documentalista.

Aunque se graduó como biólogo en la Universidad de San Carlos en su natal Guatemala, su pasión por el montañismo lo motivó a guardar su título universitario para irse por el mundo a desafiar las cimas más altas del planeta.

Hoy en día, después de muchos retos superados, Viñals es una leyenda. Además, de ser el primer centroamericano que escaló el Everest, asegura ser la única persona que completó el reto de la “Trilogía Mundial 7+7+7” el pasado 18 de enero de 2023.

El desafío consistió en recorrer el mundo tres veces y escalar, en cada vuelta, las siete cumbres más altas de los continentes, las siete cumbres más altas de las siete islas más grandes del planeta y las cimas de los siete volcanes más elevados de la tierra. En total fueron 21 picos.

Hasta la fecha ha escrito ocho libros y ha realizado tres videos documentales. Su último ejemplar lo presentó en diciembre del 2023 bajo el nombre “Cumbre a cumbre: así recorrí el mundo”.

Su autor adelantó que existe la posibilidad de que el libro sea el guion de una película sobre el reto de la “Trilogía Mundial 7+7+7”. Hazaña misma que lo tiene como candidato, por ahora nada oficial, para un Récord Guinness.

Pese a su vida nómada, hace 29 años se casó con Ligia Rodríguez en una íntima ceremonia celebrada en el volcán Cerro Redondo en Guatemala. Sus hijos, Esteban y Pablo de 25 y 22 años respectivamente, lo llenan de mucho orgullo.

Revista Vida y Éxito conversó con Jaime Viñals, un soñador incansable que en noviembre del 2024 tiene planeado escalar los volcanes “El Muerto” y “Tres Cruces” en la frontera norte entre Chile y Argentina, como parte del reto de escalar los 10 volcanes más altos del mundo.

¿Cuándo y cómo empezó su pasión por el montañismo?

Entrando a la universidad de San Carlos, como a los 18 – 19 años, un amigo me invitó a subir el volcán Tajumulco, que es el punto más alto de Centroamérica y el Caribe. Recuerdo que pensé que mi amigo era un masoquista porque quería subir un volcán tan grande para pasar frío y hambre. Sin embargo, fue tanta mi curiosidad que decidí acompañarlo y me encantó la experiencia. Sentí maripositas en el estómago que dije, esto es lo mío.

¿Qué sensación se vive en la cima de una montaña?

Es un conjunto de sentimientos. Por un lado, es una alegría muy grande alcanzar el objetivo o la meta de llegar a esa cumbre. También, entra cierto grado de temor porque uno sabe que el 95% de los accidentes de montaña se dan en la bajada, dado a que uno es propenso a distraerse y a cometer errores técnicos que pueden ser mortales. Por otro lado, hay cierto grado de vacío porque uno dice, tanto esfuerzo y sacrificio para llegar aquí y ahora, ¿qué?, la vida sigue. Allí es donde uno entiende que es importante tener una consecución de metas por lograr. Además, se siente mucha felicidad de ir a ver a la familia. En conclusión, es un conjunto de sentimientos que pasan frente a uno en cuestión de minutos, que luego hay que sacarlos de la cabeza y concentrarse para bajar de la montaña.

¿Qué le han enseñado las montañas?

A tener paciencia, a disfrutar de lo que se hace, a prepararse apropiadamente, sin importar la meta que se tenga y a tener una actitud positiva, ante todo.

¿Una anécdota inolvidable como montañista?

Todas las montañas son una escuela de vida. Cada una enseña diferentes ángulos y matices que tenemos en la vida. Pero, una que sí me marcó fue el volcán Chingo, entre la frontera de Guatemala y El Salvador. Allí conocí a mi esposa con quien tengo 29 años de casado y también fue montañista. Esa experiencia me marcó mucho y me ayudó a encontrar más sentido a mi carrera como montañista. ¡Ah! Por supuesto, también el Everest porque fui el primer centroamericano en subirlo. Eso me hizo bastante más conocido, hubo más apoyo y más interés en que siguiera escalando montañas.

¿Cómo se lleva un matrimonio con su estilo de vida?

Mi esposa y yo entendemos que el matrimonio es una sociedad en la cual nos complementamos. Ni ella me manda ni yo la mando, cada uno nace solo y va a morir solo. ¿Qué quiere decir eso? Bueno, decidimos estar unidos para crear una familia sin ser dueños uno del otro y de los hijos. Somos seres humanos que tenemos el privilegio de convivir para formar una familia, creando seres independientes y exitosos en su vida. Cuando me voy me hacen falta y yo sé que también les hago falta, pero la ausencia del ser querido nos enseña a valorar más. En esa distancia descubrimos cosas que en el día a día pasan desapercibidas. Hay mucha comprensión, amor y mucha facilidad para la comunicación.

¿Cuál es su experiencia más difícil?

En los años 90 cuando por primera vez intente subir el Monte Everest porque lo hicimos por una ruta nueva, por la arista noreste de la montaña. Yo nunca había visto morir a una persona y murieron cuatro amigos. Aunque fueron en días y circunstancias diferentes, todas fueron por errores de las personas que fallecieron. La montaña nunca mata a nadie, lo que mata son las decisiones que uno toma. Era muy joven, tenía poca madurez y carecía de capacidad para entender lo que estaba pasando. Eso me obligó a estar casi un año fuera de la montaña reflexionando y pensando si realmente valía la pena este tipo de actividad. En ese proceso entendí que mis amigos murieron por sus propios errores. La montaña es un lugar sagrado en el cual uno puede aplicar el libre albedrío en todo momento. Pero, una equivocación se paga con la vida.

¿Qué aprendió de esa vivencia?

Aprendí a valorar la vida, a tomar buenas decisiones y a prepararse apropiadamente. Además, nunca subestimar a ninguna montaña o persona, sino a actuar con respeto, prudencia y con mucha inteligencia.

¿Hay algún momento en el que pensó que sería el último día de su vida?

Nunca he pensado en la muerte en la montaña. Me voy a morir el día que lo piense por lo que llamamos la ley de la atracción. Cuando voy a la montaña llevo la idea de llegar a la cumbre, regresar y contar la historia. Por supuesto, el temor si llega. Por ejemplo, si hay un clima violento o si hubo un accidente o por la muerte de alguien. Lo malo es cuando uno deja que el temor se convierta en pánico. En ese momento uno pierde la capacidad de controlar sus emociones y empiezan o vienen más accidentes. Lo importante es saber controlar los miedos porque se puede volver un problema.

¿El contar sus historias lo motivaron a convertirse en conferencista?

Cuando regresé del Monte Everest, en el 2001, una empresa me pidió que le hablara a su personal sobre la experiencia. Recuerdo que el gerente de recursos humanos me dijo que me daría unos “tips” para que lo tradujera al tema de empresa. Esa experiencia me gustó mucho, tanto que ahora vivo de eso.

¿Qué valores le gusta promover en sus conferencias?

Integridad, lealtad, honestidad, compromiso, trabajo en equipo, superación constante y resiliencia.

Después de 37 años haciendo montañismo ¿cómo define su vida?

Una vida feliz, donde he cumplido metas y objetivos y que a su vez me llevan a otra meta y a la siguiente. Me he dado cuenta de que la vida es una consecución de metas por alcanzar y que nunca termina.

Etiquetas: alpinismo / everest / explorador / Guatemala / Personaje de la semana

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