El día de su entierro el expresidente Flores Facussé dijo en su homología que “Dumas Rodríguez se fue de esta tierra dejando un enorme legado en la defensa de la libertad de expresión. Edgardo era una institución en Honduras, para nosotros fue una de las grandes herencias que nos dejó nuestro padre. Honduras está llena de pesar, he venido a patentizarle mi sentimiento de dolor y el de mi familia a la familia de Edgardo, porque lo queríamos, éramos como su hijo mayor, siempre tuvimos el calor suyo”.
Si bien es cierto que el abogado Dumas Rodríguez triunfó en su vida profesional como funcionario público, más cierto es que su éxito se debió a su labor y trabajo constante desde niño. Era originario de El Progreso y estudio para ser abogado mercantilista. Dado que en los años 50 del siglo pasado no había trabajo para ese ramo de la abogacía en Honduras, comenzó a trabajar como laboralista sin haber estudiado una sola clase de esa especialidad en la universidad, o sea fue un autodidacta en esta materia, pues Honduras aprobó su primer Código del Trabajo en 1956. En una entrevista realizada en La Prensa dijo que comenzó a trabajar a los 11 años, en vacaciones, en Tela Railroad Company como conserje, ayudante de maquinista, en los comisariatos, en el departamento de transporte y como ayudante de estalación.
Se destacó como un hondureño entregado a su profesión, así como en las diferentes posiciones que ocupó a lo largo de su carrera diplomática y política. Obtuvo el título de licenciado en Ciencia Jurídicas y Sociales en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras y posteriormente el de abogado y notario en la Corte Suprema de Justicia. En la prestigiosa universidad estadounidense de Harvard sacó un diploma en Estudios Avanzados de Gerencia. También estudió en el Instituto Tecnológico de Massachusetts y en la Universidad de Nueva York, donde cursó estudios de posgrado.
Falleció el 29 de julio del 2010. Su muerte me tomó totalmente por sorpresa, en medio de un viaje por Europa, por lo cual no puede despedirme de mi amigo y mentor. El día de su entierro acompañaron a doña Luisa y sus hijos, Edgardo y Rodolfo, sus respectivas nueras y nietos, además de centenares de amigos.
Monseñor Rómulo Emiliani al oficiar la misa de cuerpo presente, en la parroquia San Vicente de Paúl, dijo: “Edgardo ya está en camino a la resurrección y hoy podemos decir que él era un hijo de Dios”. El discurso antes de llevarlo a su última morada fue de su amigo Enrique Ortez Colindres, que lo recordó como un “hombre íntegro, defensor de la democracia y amigo sin igual”.
Recuerdo y vivencia
Fue un personaje que durante muchas décadas se distinguió como profesional del derecho, político, funcionario público, diplomático e intelectual y, con el paso de los años, se convirtió en el primer defensor de la libertad de expresión en Honduras y Centroamérica. Era muy especial, hondureño hasta los huesos, amigo de sus amigos y una persona cuyo ejemplo será difícil de igualar. Don Edgardo era un verdadero creador de riqueza cuya vida tiene que ser relatada, pues servirá para que las nuevas generaciones vean en él un ejemplo de como con dedicación, tenacidad, disciplina y rectitud se puede alcanzar el éxito, sin egoísmos y con la generosidad de compartirlo con la familia, los amigos y el país.
“¡Cuánta falta nos hace!”
“Estimado don Roberto”,
Facussé.
“Leyendo el excelente artículo que dedica al inolvidable y grande amigo Edgardo Dumas Rodríguez, he experimentado parecido sentimiento de tristeza que me produjo su sorpresiva partida. Cuánta falta nos hace y cuánta falta le hace a Honduras. El escrito es una sinopsis bien lograda de su vida al que no me atrevería agregar ni quitarle. Quizás solo recordarle su singular sentido del humor y su forma excepcional de conversar, que a cualquiera aproximaba. Se expresaba por medio de los cuentos y de las anécdotas lo que hacían la plática más amena y personal. Son moldes que no se repiten. Un fuerte abrazo”.
Carlos Flores Facusse, Presidente de Honduras (1998 – 2002).
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