• 15 diciembre, 2015

Constructor de una nueva Nicaragua

Constructor de una nueva Nicaragua

Sus acciones como ministro de la Presidencia, durante la administración de Violeta Barrios de Chamorro, ayudaron a reconstruir y sanar una nación marcada por la guerra civil.

Antonio Lacayo Oyanguren está en el cielo y, aquí en la tierra, quienes tuvimos el honor de conocerlo, apreciarlo y estimarlo estamos con un enorme pesar y de luto, acompañando a sus familias Lacayo Chamorro y Lacayo Oyanguren.

Si hay una palabra que pudiera definir a Antonio —Toño para sus amigos— esa es integridad. Estoy seguro de que, si le preguntamos a su adorada esposa Cristiana y sus hijos Antonio y Cristiana, sería “puro amor”. Si la patria que lo vio nacer pudiera decirnos su sentir sobre Antonio, lo llamaría uno de sus mejores hijos.

Su matrimonio con Cristiana fue una historia de amor. Eran y fueron novios hasta el último momento. La mejor obra de este lindo y ejemplar matrimonio son sus hijos, quienes siempre recordarán a su padre como un verdadero ejemplo de lo que un hombre debe ser, de lo que un nicaragüense debe hacer por su patria y de lo que representa un verdadero creador de paz en nuestra región.

Lo cierto es que Toño ha sido un nicaragüense extraordinario que trajo felicidad, progreso y ayudó a dibujar el futuro de su país y de nuestra región centroamericana. Por eso, su patria está de luto, al igual que millones de nicaragüenses y los amigos que tenía por todas partes del mundo.

Un país en transición

Para entender la grandeza de sus obras en beneficio de Nicaragua y de Centroamérica, hay que entender lo que sucedió en los años ochenta, en nuestra región.

Ingeniero Antonio Lacayo fue ministro de la Presidencia del gabinete de la presidenta Violeta Barrios de Chamorro.
Ingeniero Antonio Lacayo fue ministro de la Presidencia del gabinete de la presidenta Violeta Barrios de Chamorro.

Recordemos que la revolución sandinista había derrocado al general Anastasio Somoza Debayle y los nueve comandantes que gobernaban Nicaragua lo hacían reprimiendo al pueblo, lo cual creó una enorme zozobra en el país y el éxodo de más del 20% de la población. En el proceso, la economía nicaragüense colapsó, producto de una hiperinflación galopante que excedió el 34.000%. La deuda externa alcanzó límites inimaginables de US$13.000 millones.

La represión sandinista empujó a miles de nicaragüenses a empuñar las armas para derrocarlos y esto inició una cruenta guerra civil, en la cual murieron miles y miles de personas de ambos bandos.

Mientras pasaba todo esto, Antonio y su esposa, Cristiana, optaron por quedarse en Nicaragua, donde veían que la situación desmejoraba fuertemente por las políticas represivas del régimen sandinista y la cruel guerra civil que enfrentaba de forma innecesaria a hermanos nicaragüenses.
Con la caída de la Unión Soviética, la dirigencia sandinista comprende que su modelo tanto político, como económico no era sostenible y decide permitir elecciones presidenciales, fijando la fecha para el 25 de febrero de 1990.

Los dirigentes de oposición al sandinismo forman la Unión Nacional Opositora y escogen a doña Violeta Barrios de Chamorro como candidata a la Presidencia y al doctor Virgilio Godoy, como su vicepresidente.

Doña Violeta nombra a Antonio como su jefe de campaña y el resto es historia, cuando ella gana las elecciones con el 54,74% de los votos contra el 40,82% del entonces presidente por el sandinismo y actual mandatario Daniel Ortega Saavedra.

Horas después del triunfo electoral, doña Violeta le pide a Antonio que maneje el proceso de la transición, comenzando las pláticas con el entonces presidente Daniel Ortega Saavedra y su hermano, el general Humberto Ortega. Cuenta Antonio en su libro “La difícil transición nicaragüense”, publicado en el 2005, que los hermanos Ortega cumplieron todo lo que negociaron durante la transición, lo que permitió que doña Violeta y el doctor Godoy asumieran la investidura presidencial y de vicepresidente de Nicaragua el 25 de abril de 1990.

Doña Violeta nombra a Antonio su ministro de la Presidencia y le da total y absoluta autoridad para que manejara su gabinete, el cual trabajaba incansablemente para promover la paz, mejorar las relaciones con Estados Unidos y países hermanos como Costa Rica y Honduras, restablecer el crédito internacional con el apoyo del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y la banca intencional.

Bajo su liderazgo, se comenzó a hacer justicia con las miles de propiedades que fueron injustamente confiscadas por el sandinismo, y se inició un proceso de devolución y compensación a miles de familias nicaragüenses.

En lo personal, en los primeros años de gobierno de doña Violeta fui un feroz detractor de ella y de las políticas que implementaba Toño, ya que pensaba entonces que los cambios tenían que ser más rápidos y drásticos. Con el tiempo, me di cuenta de que la gran virtud de doña Violeta era su paciencia, la cual trasmitía muy bien a Toño.

José Adán Guerra —exministro de Defensa y amigo mutuo de Toño y mío— nos unió un día para platicar y, al escucharlo, entendí lo que estaba haciendo y comprendí que era la ruta correcta para conducir a Nicaragua. Una de las cosas que me enseñó es que se debía respetar y tratar bien al opositor porque, después de todo, Nicaragua pertenece a todos sus hijos, sea cual sea su afiliación política. La verdad es que así es.

El tiempo le dio la razón a doña Violeta y a Toño. La paz se logró, la economía progresó y la democracia floreció.

 

Etiquetas: Antonio Lacayo / Centroamérica y Panamá / Creadores de riqueza / Latinoamerica / Nicaragua

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