• 11 julio, 2022

“Búsqueda y hallazgo”: Como la economía ha ayudado a la humanidad a vencer la resignación y estirar límites y posibilidades

“Búsqueda y hallazgo”: Como la economía ha ayudado a la humanidad a vencer la resignación y estirar límites y posibilidades

“La Gran Búsqueda” narra y comenta, a lo largo de menos de 200 años, los sucesivos aportes de pioneros que contribuyeron con sus esfuerzos y hallazgos, a consolidar a las ciencias económicas como una disciplina intelectual.

Por Alejandro Félix de Souza, M.A., M.I.B.

Hace unos meses, me encontré por pura casualidad con “La Gran Búsqueda”, un fantástico y atrapante libro escrito por Sylvia Nasar, la economista y periodista norteamericana que escribió “Una Mente Brillante / A Beautiful Mind”, la biografía novelada de mi admirado John Nash (el Premio Nobel de Economía, y uno de los creadores y divulgadores de los múltiples usos de la Teoría de los Juegos en áreas como economía y política pública).

“La Gran Búsqueda” narra y comenta, a lo largo de menos de 200 años, los sucesivos aportes de pioneros que contribuyeron con sus esfuerzos y hallazgos, a consolidar a las ciencias económicas como una disciplina intelectual que ayudara a la humanidad a entender que las condiciones del nacimiento de un ser humano no eran una losa pesada ni una condición irreversible que tendría un determinismo total sobre el itinerario de la vida de los hombres.

Como lo dijo John Kenneth Galbraith en “La Sociedad Opulenta”: “la experiencia que las naciones tienen de la prosperidad es extraordinariamente escasa; casi todas, a lo largo de la historia, han sido muy pobres”.  Este es un gran descubrimiento (que nos lo debemos recordar) que ha realizado la Humanidad en los últimos ciento cincuenta años, y es la idea de que la sociedad humana puede controlar y mejorar sus circunstancias materiales, y vencer la miseria y penuria económica.

Este es el mensaje positivo y optimista que nos deja el libro de Nasar: que el ser humano puede hacer, y mucho, para mejorar su situación económica.  Antes, la gente estaba tan resignada a su condición económica, y la veía tan fuera de su control, como evitar que lloviera, o retrasar o adelantar el amanecer o la puesta del sol.

En palabras de la propia Nasar, “la idea de que el hombre es hijo de sus circunstancias, y de que esas circunstancias no son algo predeterminado, inmutable o inmune a la intervención humana, constituye uno de los descubrimientos más radicales de todos los tiempos. Por una parte, ponía en cuestión la creencia de que la humanidad estaba sujeta a los dictados de Dios y de la naturaleza; además, implicaba que el hombre, si disponía de nuevas herramientas, podía hacerse cargo de su destino, y, por último, ya no inducía a la resignación y al pesimismo, sino a la actividad y la alegría. Antes de 1870, la teoría económica se ocupaba básicamente de lo que no se podía hacer; a partir de 1870, se centró básicamente en lo que sí se podía hacer”.

Llevamos poco más de 150 años (en más de 7.000 años de civilización humana), desde que este conocimiento, y las enormes posibilidades que derivan de él, han marcado un antes y un después en las sociedades humanas. Como decía uno de los grandes pioneros de este enfoque, el gran maestro inglés Alfred Marshall, padre de la teoría económica moderna, “el deseo de poner a la humanidad a las riendas de su destino es la principal motivación de los tratados de economía”.

El “motor de análisis” diseñado para alcanzar la verdad, la herramienta nunca perfecta, siempre perfectible, que requeriría mejoras continuas, revisiones, adaptaciones, es una excelente descripción por parte de Alfred Marshall del rol que juega la ciencia económica para la evolución positiva de la sociedad humana.  O como la describiría uno de sus más famosos discípulos, John Maynard Keynes, la economía es “un aparato de la mente”, cuya misión era analizar el mundo actual y permitirnos aprovechar al máximo sus posibilidades.

Estudiar las circunstancias personales y el contexto social y cultural en medio de los cuales estos grandes pioneros de la ciencia económica (Adam Smith, David Ricardo, Karl Marx y Friedrich Engels, Alfred Marshall, Beatrice y Sidney Webb, Irvin Fisher, Joseph Schumpeter, John Maynard Keynes, Friedrich Hayey, Ludwig Von Mises,  Milton Friedman, Joan Robinson, Paul Samuelson y Amartya Sen), nos permite entender, de una forma más integral y cabal, las personas y la condición humana de estos grandes pensadores, que a su vez, estaban muy comprometidos con las grandes cuestiones políticas, sociales y culturales de su tiempo.  Por supuesto que hay otros grandes nombres que quedaron fuera de este libro, porque si no, escribirlo hubiera sido una tarea titánica y casi inacabable: pero la selección de nombres nos permite asomarnos al maravilloso mundo de una ciencia fundamental para entender el comportamiento humano.

¿Cómo responde la ciencia económica a las cambiantes circunstancias de la sociedad humana? Estuve buscando en el libro la respuesta a esta pregunta, y la encontré en estas líneas: “Las verdades económicas no eran quizás tan eternas como las matemáticas, pero la teoría económica era esencial para saber qué funcionaba y qué no, qué era importante y qué no.  La inflación podía elevar el producto interno bruto a corto plazo, pero no a largo plazo. Las mejoras en la productividad eran el principal factor impulsor de los salarios y el nivel de vida. La educación y una red de seguridad social podían reducir la pobreza sin producir estancamiento económico. Una moneda estable era necesaria para la estabilidad económica, y un sistema financiero saludable, es un requisito básico para la innovación”.

Como lo decía el gran economista estadounidense Robert Solow, “las preguntas cambian continuamente y las respuestas a las preguntas, las viejas y las nuevas, cambian también a medida que la sociedad evoluciona; esto no quiere decir que no tengamos cierta idea de qué es útil en un momento dado”.

Reflexionando sobre estas lecturas y la situación actual, estamos claros que, si miramos el vaso medio vacío, no estamos pasando por un momento de optimismo y racionalidad en la sociedad humana. Queda mucho por hacer, pero tampoco es que la humanidad no ha hecho nada en los últimos años. La última guerra mundial nos ofrece una lección de cómo la humanidad se pudo sobreponer, en tiempos muy veloces, al cataclismo que fue esa gran conflagración mundial. La realidad humana ha superado con creces a la imaginación.

China, India y Japón, países a los que he estudiado profundamente durante mi maestría en sistemas económicos y políticos comparados, nos muestran situaciones de “milagro económico”, que permiten que hoy un ciudadano medio de esos países viva mucho mejor que un ciudadano inglés promedio hace 80 años.  La tecnología ha permitido, como lo dice mi amigo Joey Levy, que hoy, gracias a casos como Airbnb, Uber, y PedidosYa, una gran cantidad de gente tenga “su apartamento en Londres o Nueva York, un vehículo con chofer en cualquier lugar del mundo, y comida de un chef traída a tu domicilio”.  Estas cosas, hace pocos años, eran solo accesibles para los extraordinariamente ricos, que eran los que podían tener un apartamento amoblado en una gran capital del mundo desarrollado, un vehículo con chofer, o contratar un chef para que viniera a cocinarle a su casa.

Etiquetas: economía / Libro / “La Gran Búsqueda”

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