Latinoamérica, una región con una importante concentración de capital natural, y que cuenta con 19 de las 36 regiones con mayor abundancia de biodiversidad del planeta.
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Por Jan Luis Piantini, vicepresidente CEO Advisors
En un mundo cada vez más preocupado por el cambio climático y sus impactos, las empresas se enfrentan al desafío de adoptar la acción climática en el core de sus modelos de negocio y a través de esto, garantizar su supervivencia y éxito a largo plazo.
Latinoamérica, una región con una importante concentración de capital natural, y que cuenta con 19 de las 36 regiones con mayor abundancia de biodiversidad del planeta, incluyendo por ejemplo el corredor Biológico Mesoamericano, el Amazonas, el Choco-Darién, para mencionar algunos.
Por otro lado, desde una perspectiva de exportaciones hacia los Estados Unidos, sabemos que solamente en Centroamérica y República Dominicana son generados más de 3 millones de empleos directos y otros 5,4 millones de empleos indirectos y el potencial productivo da para multiplicar estos indicadores substancialmente.
En este contexto, es importante tener en cuenta que, desde una perspectiva de geopolítica internacional, Centroamérica y República Dominicana pasan por un momento muy importante para atraer inversiones y catalizar su desarrollo industrial.
Esta perspectiva, que nos llena de esperanza, es una derivada de la experiencia traumática de fallas de cadenas productivas globales durante el COVID, afectando todas las industrias, así como de nuevas variables económicas asociadas a la agenda climática.
Las condiciones del mercado señalan que caminamos hacia un proceso de ajuste de las políticas de globalización, donde la ventaja comparativa de bajos costos de mano de obra, que fue la base del desarrollo industrial en China, pierde protagonismo frente a otras variables que hoy son tan o más importantes, como por ejemplo la disponibilidad abundante y estable de energía limpia (powershoring), y la localización estratégica y próxima al mercado consumidor (nearshoring).
Estos son apenas dos de los muchos elementos que están influenciando el nuevo escenario de inversiones e industrialización. En este nuevo marco competitivo, las empresas productoras y exportadoras de Centroamérica tienen importantes ventajas comparativas asociadas a su matriz energética. Por ejemplo, Nicaragua, Guatemala y Panamá vienen invirtiendo de manera significativa en aumentar su capacidad energética a través de inversiones en energía renovable, teniendo a Costa Rica como el ejemplo más significativo. Este potencial, como países generadores de energía limpia, necesita más que nunca ganar tracción y ser incorporado a las políticas de desarrollo industrial de los países, como un elemento fundamental para el desarrollo nacional y la captación de inversión extranjera.
Desde la perspectiva de las empresas que producen y exportan hacia los Estados Unidos, hay que destacar que las principales corporaciones de retail, así como las agencias del gobierno federal como USAID, EPA y DoD, todas cuentan con metas climáticas en sus operaciones. Empresas como Walmart, Target, Kroger, CVS, Starbucks y Whole Foods Markets cuentan con compromisos climáticos internacionales y tienen la necesidad de demostrar resultados concretos en la mitigación de sus emisiones de carbono. Para catalizar este proceso, empresas de certificación y asesoría climática como Green Initiative, vienen ganando relevancia en el escenario internacional, apoyando en la descarbonización de grandes corporaciones y sus cadenas de valor.
El punto clave y que debería despertar la atención de los empresarios de la región es que, para alcanzar sus metas, estas grandes compañías necesitan contar con redes de proveedores que también estén alineados y contribuyan a la mitigación de las emisiones de carbono en su cadena de valor.
La perspectiva que tenemos es que aquellas empresas que tengan la capacidad de incorporar la acción climática de manera consistente y rápida podrán asumir un rol de liderazgo importante, innovar con productos y servicios Carbono Neutral y consecuentemente ocupar un mejor espacio en el mercado de los Estados Unidos. Por otro lado, las empresas que carezcan de una agenda de acción climática como parte de su core business, podrán perder competitividad, dejando espacio para las empresas que sí lo asuman e implementen.
Las evidencias muestran que el sistema económico se está adaptando a las exigencias que las nuevas generaciones de consumidores demandan de la acción climática. Aquí solo hay un camino hacia el éxito de largo plazo y la prosperidad, que es el de asumir que todos, sin exceptuar industria o sector alguno, estamos delante de un mismo desafío que transciende los intereses económicos y nos une como humanidad. En cuanto antes despertemos para sumarnos a una agenda positiva de acción climática, será mejor para cada uno de nosotros como individuos, así como para la economía.
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