La escucha activa requiere dominar muchas habilidades, incluyendo la lectura del lenguaje corporal y el tono de voz, el mantenimiento de su atención y la conciencia y el control de su respuesta emocional.
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¿Eres un buen oyente en el trabajo? Podría pensar que lo es porque aleja las distracciones, se queda callado y asiente con la cabeza cuando alguien le está hablando. Incluso podría repetir los puntos principales de su compañero de conversación para demostrar que los ha escuchado y absorbido. Todas estas son cosas inteligentes que hacer, pero aún así pueden dejar al orador sintiéndose inaído o incluso descartado.
La escucha activa implica dominar una gran cantidad de otras habilidades, desde aprender a leer señales sutiles hasta controlar tu propia respuesta emocional. Requiere empatía y conciencia de sí mismo.
En este artículo, voy a explicar cómo se ve y se siente la escucha activa, y cómo mejorar esta habilidad de comunicación esencial.
¿Qué es la escucha activa?
Escuchar activamente es cuando escucha lo que alguien está diciendo y también está en sintonía con sus pensamientos y sentimientos.
Robin Abrahams y Boris Groysberg de la Escuela de Negocios de Harvard describen que la escucha activa tiene tres aspectos: cognitivo, emocional y conductual. Así es como definen cada aspecto en su artículo, «Cómo convertirse en un mejor oyente«:
- Cognitivo: Prestar atención a toda la información, tanto explícita como implícita, que está recibiendo de la otra persona, comprender e integrar esa información
- Emocional: Mantener la calma y la compasión durante la conversación, incluido el manejo de cualquier reacción emocional (molesta, aburrimiento) que pueda experimentar
- Comportamiento: Transmitir el interés y la comprensión verbal
Ellos escriben: «Ser bueno en la escucha activa es un esfuerzo de toda la vida. Sin embargo, incluso las mejoras menores pueden marcar una gran diferencia en la efectividad de su escucha».
Cómo practicar la escucha activa
1. Comprenda su estilo de escucha predeterminado
Las autoras Rebecca Minehart, Benjamin Symon y Laura Rock, hay diferentes estilos entre los que debes poder cambiar, dependiendo de las necesidades del orador.
En primer lugar, es importante reflexionar y preguntar: «¿Cómo suelo escuchar?»
Minehart y sus coautores, en su trabajo en el campo de la atención médica, observaron cuatro estilos de escucha distintos:
- Un oyente orientado a tareas se centra en la eficiencia y da forma a una conversación en torno a la transferencia de información importante.
- Un oyente analítico tiene como objetivo analizar un problema desde un punto de partida neutral.
- Un oyente relacional busca construir una conexión y comprender y responder a las emociones que subyacen a un mensaje.
- Un oyente crítico suele juzgar tanto el contenido de la conversación como del propio orador.
Puede, por costumbre, usar por defecto uno de estos modos en la mayoría de las situaciones. Y eso está bien. La clave es desarrollar la conciencia para entender qué modo se usa normalmente.
Conocer su estilo predeterminado puede ayudarle a tomar una decisión consciente y deliberada sobre si usar ese estilo o elegir un modo diferente que sea más apropiado para la situación específica.
2. Haga una elección activa y consciente sobre cómo escuchar mejor.
Para determinar cómo escuchar mejor en una conversación en particular, hágase estas preguntas:
¿Por qué tengo que escuchar ahora mismo?
Reflexionar sobre los objetivos de cada conversación en particular, tanto lo que quieres como lo que la otra persona necesita, puede ayudarte a determinar la mejor manera de escuchar en ese momento. Puede que se dé cuenta de que un modo diferente (o una combinación de modos) sería mejor. ¿Un miembro de la familia necesita apoyo emocional o un compañero de trabajo espera una crítica honesta? Usar la empatía para pensar en lo que la otra persona podría necesitar de su conversación puede proporcionar pistas sobre cómo puede escuchar mejor en ese momento en particular.
¿Quién es el centro de atención en la conversación?
Compartir sus propias historias personales puede ayudar a establecer conexiones y validación, pero es importante evitar alejar la conversación del orador. Con demasiada frecuencia, nos evitamos ser realmente capaces de escuchar profundamente debido a nuestras propias inseguridades o viajes de cabeza, como la incomodidad emocional o estar preocupados por lo seguros o preparados que podríamos parecer a la otra persona. Con la práctica, calmar ese monólogo interno dejará más espacio para escuchar lo que la otra persona realmente está diciendo.
¿Por qué estoy hablando?
Si bien a veces todos empezamos a ensayar nuestra respuesta mientras la otra persona está hablando, es contraproducente para una comunicación efectiva. Esta pregunta nos recuerda que debemos escuchar sin una agenda para que podamos procesar lo que la otra persona está diciendo. Recuérdate a ti mismo que puedes formar sus pensamientos una vez que hayas escuchado completamente lo que tienen que decir.
Como escriben Abrahams y Groysberg: «El contacto visual, la postura atenta, asentir con la cabeza y otras señales son importantes, pero es difícil prestar atención a las palabras de alguien cuando estás ocupado recordándote a si mismo que debe hacer contacto visual regular.
Si este tipo de comportamientos requerirían un cambio significativo de hábito, puede, en su lugar, hacerle saber a la gente al comienzo de una conversación que está en el lado poco reactivo y pedirle su paciencia y comprensión».
En algún momento de la conversación, es probable que tengas que compartir su punto de vista, pero, por ahora, toma lo que tienen que decir. Evite secuestrar la interacción. Es mucho mejor hacer preguntas: hace que la otra persona se sienta escuchada y aumenta su comprensión. Si puedes mantenerte presente sin juicio o una agenda, tienes una mejor oportunidad de escuchar realmente lo que se está diciendo.
Fuente: Harvard Business Review
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