• 29 abril, 2021

Vocación de servicio, la historia del doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo

Vocación de servicio, la historia del doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo

Es uno de los médicos más prominentes de Nicaragua, quien dedicó su vida al bienestar y la salud de las personas. Nos complace contar su historia.

Por Roberto J. Argüello

Siendo banquero he escrito muchísimo sobre empresarios que a lo largo de sus vidas han creado enorme riqueza para todos nuestros países. Me queda claro que hay profesiones que ayudan a la humanidad, sean estos profesores de primaria, secundaria y universidad, así como individuos que han dedicado su vida para que todos gocemos de una buena salud. Eso me recuerda de un médico que tuvo una especial dedicación en curarme el asma, la cual es una terrible enfermedad que afecta la respiración caracterizada por espasmos en los bronquios pulmonares que provocan dificultad para respirar. El asma suele ser el resultado de una reacción alérgica u otras formas de hipersensibilidad. Ese profesional que me curó el asma es el doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo, quien murió en 1985.

Doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo.

Conocí al doctor Gutiérrez Castillo en la década de 70, cuando llegaba tres veces a la semana a mi casa a vacunarnos a mi madre y a mí, ya que ambos teníamos asma. Me acuerdo que era un médico elegante, que vestía de saco y corbata negra y llegaba con su maletín médico. Quienes me han conocido a lo largo de mi carrera empresarial y banquera han escuchado la frase “maleteo”, refiriéndome a que los mejores vendedores en el mundo siempre visitan a sus clientes y que tienen un profundo conocimiento de sus necesidades. Cuando uso la expresión “maleteo” me estoy refiriendo siempre al doctor Gutiérrez Castillo.

Los años pasan y con ello nos olvidamos de personas que han tenido influencia en nuestras vidas. Decidí honrar la memoria del doctor Gutiérrez Castillo, y por eso contacté a mi amigo de infancia Juan José Barreto, el nieto mayor del doctor, quien siempre llegaba acompañando a su abuelito a nuestra casa localizada en el reparto Los Robles, en Managua, Nicaragua. Esta es la historia del doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo, narrada por su nieto Juan José.

“Hace casi un siglo, en 1930, regresó de México mi abuelo Juan Ignacio Gutiérrez Castillo, graduado en Medicina, quien sería médico de generaciones enteras de familias, desde presidentes, ministros y embajadores hasta grandes capitanes de industria. También me consta que atendió multitudes de personas humildes a quienes jamás cobró un centavo. Mi abuelo fue enviado a estudiar con grandes sacrificios por su familia, y sé que su recorrido en México fue una prueba de resiliencia y carácter, además de talento. Prácticamente estuvo varado en México por las eternas circunstancias turbulentas de política en Nicaragua, lo cual lo obligó a pagar parte de sus estudios y mantenerse con sus habilidades como gran deportista, jugando béisbol semi-profesional en el campo que luego se convirtió en el imponente estadio del Seguro Social. Ya diplomado, dejó el left field por la clínica. Su amor era la medicina y curar personas.

A su regreso a Nicaragua, conoció a quien fuera la mujer y el amor de su vida, mi bella abuela doña Olga Sacasa Gómez, viviendo felizmente casados por más de 50 años y con quien tuvo dos hijos; el también médico y eminente gastroenterólogo, mi tío Juan Ignacio, especialista practicante y docente, y mi madre María del Socorro, una de las primeras mujeres ejecutivas de negocios del país, en tiempos en que el rol típico de la mujer era la casa y en el que ella al igual que doña Auxiliadora Kelly fueron pioneras.

Mi abuelo comenzó su carrera profesional como médico del puerto de San Juan del Sur, entonces un puerto importante donde residían de forma permanente muchas familias destacadas que luego se trasladaron a Managua como los Kelly, Morice, Thompson y Holmann. Además de sus funciones para la Compañía del Cable, nexo vital del país con el mundo y para las navieras europeas, cuyos barcos atracaban en el puerto, inició también su carrera humanitaria atendiendo gratis a la población sin medios económicos, quienes de otra manera jamás hubieran tenido acceso a servicios médicos. En aquellas décadas, (la Segunda Guerra Mundial y la posguerra), cuando las especialidades médicas estaban aun por desarrollarse, el trabajo del médico era arduo y extenuante, teniéndose que ampliar a fondo, ya que lejos de la relativa tranquilidad de un médico de cabecera, estaba llamado a ser, según la necesidad lo requiriera, urgenciólogo, cirujano y por supuesto obstetra (asistió tantos partos en aquel periodo tan fértil como para poblar varios barrios de Managua).

El doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo, su esposa doña Olga Sacasa y sus hijos Juan Ignacio y María del Socorro.

Mi abuela Olga lo siguió incondicionalmente en el camino de su vocación, abandonando su vida llena de todas las comodidades como hija mayor de un poderoso terrateniente de la época.

La educación de los hijos los hizo establecerse en Managua, donde comenzó su práctica profesional en una clínica abierta a todos sin distinción alguna, donde el humanismo primaba. Su reputación y el reconocimiento de su competencia se disparó, construyendo una clientela muy extensa y fiel que lo acompañó hasta el retiro. Desde que tenía uso de razón recuerdo haber acompañado a mi abuelo a visitar familias por toda Managua, donde figuraba la familia Argüello-Osorio, ya que mi abuelo se había especializado en asma y trataba a mi amigo de infancia Roberto J. Argüello y su madre, doña Nena Osorio de Arguello. Más allá de la relación médica, estos recuerdos y amistades imperecederas entre familias perduran hoy día. Me consta que su conocimiento y práctica en múltiples campos (fue un gran creyente en medios naturales) fueron inapreciables para pacientes afectados por alergias y asma, cuya cura completa fue legendaria usando métodos propios.

El doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo y su esposa, doña Olga Sacasa Gómez.

Sus pacientes incluyeron una parte substancial de la comunidad judía de Nicaragua, como los Gorn, Retelny, Vaisman y Cohen.

Mi abuelo fue un luchador incansable, quien superó pruebas como el inesperado fallecimiento del presidente nicaragüense René Schick, quien más que paciente fue un amigo entrañable y un leal confidente. A mi abuelo se le impidió verlo, tratarlo o tener acceso a él durante la crisis final que llevó a la sospechosa muerte del presidente Schick.

Presidente nicaragüense René Schick

A una edad ya avanzada, fue gradualmente separándose de su práctica, conservando por lealtad algunos de sus pacientes históricos y heredando otros a su hijo en su campo de especialidad. Mi abuelo se distinguió por su humanitarismo, capacidad de escucha y compromiso. Falleció como vivió, rodeado físicamente hasta su último momento por su amada doña Olga, queridos hijos y nietos, y acompañado por el afecto y agradecimiento de tantos en cuya memoria vive.

En nombre de mi familia, agradezco a Vida y Éxito y su chairman, mi amigo de infancia, Roberto J. Argüello, por dejarme honrar la memoria de mi abuelo, el doctor Juan Ignacio Gutiérrez Castillo».

Etiquetas: Doctor Juan Jose Gutiérrez / historia / médico / Nicaragua

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