• 3 abril, 2024

Una postal para el compadre

Una postal para el compadre

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Por Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva Gobierno Corporativo de Grupo Promerica.

He hecho tres intentos de escribir esta columna desde tu partida en agosto del año pasado, pero no podía avanzar más de dos líneas. Vamos a ver si ahora logro terminarla.

Unas horas antes de iniciar tu viaje a los Brazos del Padre, Nadina nos escribió al grupo de los cuatro para decirnos que se habían ido de emergencia al hospital. Unas horas más tarde nos escribió nuevamente para decirnos que las cosas no iban bien. Tanto el Chele como yo seguimos pidiendo por tu recuperación y nos costó conciliar el sueño. Alrededor de la una de la mañana el Chele se despertó y en oración le preguntó al Señor si era momento de irte, y la respuesta fue sí. A los quince minutos entró el mensaje de Nadina avisando que habías partido. En lo que el Chele se acercaba a mí para decirme, me desperté porque estaba teniendo un sueño muy real donde me encontraba en tu vela pronunciando unas palabras. Inmediatamente le escribí a Nadina y lo que me salió en el momento fue mandarle 2 Timoteo 4:7-8 que dice “He peleado la buena batalla, he terminado la carrera, me he mantenido en la fe. Por lo demás me espera la corona de justicia que el Señor, el juez justo, me otorgará en aquel día; y no solo a mí, sino también a todos los que con amor hayan esperado su venida”.

Desde tu diagnóstico eso fue lo que hiciste, mantenerte en la fe a pesar del sufrimiento. Fue un poco más de un año entre médicos, hospitales y tratamientos, pero nunca te escuchamos renegar; al contrario, cada vez que hablábamos o nos mandábamos mensajes, siempre sentimos tu buen ánimo. Sabemos que hubo momentos que el dolor y el cansancio eran demasiado y te “caías”, pero no pasaba mucho tiempo y ya estabas de regreso “siendo el Turco”.

En diciembre pasado pudimos ir a Nicaragua por tres días con los chavalos (nuestros hijos), y la primera parada fue en tu casa porque todos queríamos abrazar a Nadina y a tus hijos.

Esta semana que pasó regresamos por unos días el Chele y yo, y Nadina nos invitó a desayunar junto a tus hijos y nietos; menos Adriana y José que ya volaron a perseguir su sueño. La invitación que nos mandó decía “Desayuno y Pool Party”. Se la mandé a mis hijos porque nos causó gracia. Llegamos el domingo y efectivamente había una piscina a la par de la terraza, como dijo Alejandro, “a lo tío Turco”. Cuando entré a la casa y vi la mesa servida se me atravesó una bola de billar en la garganta. Me trajo tantos recuerdos de cuando inventábamos esos desayunos los domingos, los seis ustedes y los cinco nosotros. Los cerros de “pancakes”, gallopinto y las toneladas de tocino, la especialidad de la “tía Nadina”. Esta vez, mientras ayudaba a servir la mesa, las lágrimas se me salían y rápidamente me las secaba. No quería estropear un momento tan alegre.

Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva de Gobierno Corporativo de Grupo Promerica.

El desayuno estuvo espectacular, conocimos a Andrés Jesús, el nieto más chiquito, otro milagro que el Señor hizo en tu familia. Annie, David y Daniela han crecido un montón desde la última vez que nos vimos. Después de limpiar la mesa nos sentamos en la terraza mientras los niños se bañaban en la piscina. Hablamos de todo, por supuesto, que de vos también; cómo no recordar tus ocurrencias. El Chele recordó anécdotas de cuando lo “perseguiste” para llevarlo a Jesús. Nunca dejaste de hablarle a la gente de Él, no te avergonzaba hacerlo. ¿A cuántos hombres llevaste a los pies de Cristo? ¿Cuántos matrimonios se salvaron porque vos insististe con tus amigos para que le permitieran al Señor transformar sus vidas como transformó la tuya y la nuestra? ¿Cuántas vidas se salvaron al dejar las drogas luego que los llevaste a Narcóticos Anónimos, capítulo que fundaste junto con otros? Es difícil de cuantificarlo. Nadina dijo que todo lo que habías sembrado en las vidas de tantas personas lo estaban cosechando hoy, ella, tus hijos y nietos. Lo estamos cosechando nosotros los Vega Icaza también, y las generaciones que vienen.

La osadía con la que metiste tu caballo andaluz en el hotel Intercontinental en Managua, cuando todavía no conocías a Cristo, es la misma osadía con la que seguiste “pescando” hombres para Él hasta que el Padre decidió que “habías terminado la carrera”.

Mi fe me dice que nos vamos a encontrar otra vez y cuando nos veamos todos, te prometo un desayuno con un cerro de “pancakes” y gallopinto, los Vega Icaza, los Hasbani Cardenal y toda nuestra descendencia.

Etiquetas: amistad / Columna / homenaje / Karla Icaza / recuerdo

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