• 30 julio, 2013

“Hablamos a las nuevas audiencias”

El Museo de Arte de El Salvador (Marte), una institución sin fines de lucro, celebra en el 2013 su décimo aniversario, gracias al esfuerzo de muchos –artistas, coleccionistas, instituciones nacionales e internacionales, voluntarios– que han acompañado en su labor a la Junta Directiva, presidida por María Marta Panini de Regalado, y al personal del museo, liderado por su director ejecutivo, Roberto Galicia.

“Aunque no lo parezca, el Museo de Arte de El Salvador necesita de todos”, afirmó Panini durante su alocución con motivo de la conmemoración del Marte, en mayo pasado.

A pesar de los obstáculos que se han presentado a lo largo de estos años y de que “la tarea no ha sido fácil” –en palabras de la presidenta de la institución–, “nos quedamos cortos en nuestra evaluación, ya que la realidad superó nuestros pronósticos más optimistas”. Desde su fundación, el Marte ha recibido alrededor de 400.000 visitantes, unos 40.000 al año. “Este sueño largamente acariciado es una realidad”, y uno de los proyectos culturales más exitosos, tanto en El Salvador, como más allá de nuestras fronteras”, añade Panini.

“A la larga, la gran artífice de este proyecto ha sido María Marta Panini de Regalado”, sostiene Roberto Galicia, “porque logró conciliar en determinado momento intereses que tenían grupos que perseguían el mismo fin”. Junto con Ernesto Álvarez Córdova, ya fallecido, hizo coincidir a dos grupos, añade el director del Marte.

El Gobierno salvadoreño reconoció la labor de Panini al otorgarle en el 2003 el Premio Nacional de Cultura en el área de Gestión Cultural. Tan importante como este reconocimiento, enfatiza el director del museo, lo es “recibir a diario a nuestros visitantes, ya que ellos son los depositarios de los esfuerzos que realizamos a diario y son los que, al entrar en contacto con la obra del artista, la hacen realidad”.

El Museo ha laborado a lo largo de estos años con diversas instituciones porque “en el trabajo cultural no se compite: las acciones se complementan”, matiza su director ejecutivo. Así es como se ha logrado llevar hasta El Salvador exposiciones individuales de Pablo Picasso, Joan Miró, Salvador Dalí y David Alfaro Siqueiros; muestras colectivas de Julio González, Joan Gris, Antoni Gaudí, Eduardo Chillida, Antoni Tàpies, Miquel Barceló y Francisco Leori, entre otros. Gracias a la Fundación Ortiz-Gurdián se han exhibido grabados de Rembrandt y las obras de maestros europeos de los siglos XVII y XVIII y, recientemente, la exposición Del expresionismo abstracto al arte pop, además de la muestra de los paisajistas mexicanos, con el maestro José María Velasco, posible por la colaboración con el Museo Soumaya de México.

Igualmente, el Marte ha facilitado el préstamo de obras, por ejemplo las de Toño Salazar a exposiciones en el Museo Nacional de Arte de México, el Museo Reina Sofía de Madrid, el Museo Picasso de Barcelona y el Museo Picasso de Málaga. Además, tiene una relación muy especial con las pinacotecas del área centroamericana. “En el caso de Centroamérica hemos trabajado con el Museo para la Identidad de Honduras, el Museo Nacional de Arte Moderno de Guatemala, la Fundación Ortiz-Gurdián de Nicaragua, el Museo de Arte Costarricense y el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá”, enumera Galicia. También fue sede de la V Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano, en el 2006.

“A mí me tocó ayudar a poner la segunda piedra, la primera la puso el presidente de la República de entonces, Francisco Flores, en compañía de María Marta de Regalado el 1 de febrero del 2000”, bromea el director del Marte, quien asumió la coordinación del proyecto y “su culminación con éxito” al inaugurarlo el 22 de mayo del 2003. “Para una obra de esta magnitud se llevó a cabo en un tiempo relativamente corto y sin mayores contratiempos”, rememora.

El Marte es como un hijo suyo.

Bueno, yo he sido parte de todo el proceso en el cual la Junta Directiva de la Asociación ha jugado un papel importantísimo, puesto que han sido ellos con su poder de convocatoria y sus múltiples relaciones, aparte de su genuino interés para dotar al país de un museo, los que han movido toda esta iniciativa y lo que yo he hecho ha sido acompañar el proceso.

¿Cómo se gesta el proyecto?

Hay que remontarse a los años setenta. El Patronato Pro Cultura de El Salvador celebraba unos festivales internacionales de música y paralelamente, se desarrollaba mucha actividad de artes escénicas y empezaron a visitarnos grandes maestros de la pintura latinoamericana. Eso hizo que se empezara a pensar en la necesidad de contar con un museo de arte. Lastimosamente, el conflicto que vivimos anuló esas iniciativas aunque no la de una artista, Julia Díaz, que inauguró el Museo Forma en 1983, donando su colección personal para conformarlo. A pesar de su gran esfuerzo aquel no logra llenar totalmente las expectativas que había en el país. Luego, con la firma de los acuerdos de paz, en 1992, se empieza a trabajar de nuevo. Al principio se concibe como un espacio de exhibición de tres importantes colecciones que en ese momento no se encontraban expuestas: la Colección Nacional, la del Museo Forma, que entonces ya estaba cerrado, y la del Patronato Pro Patrimonio Cultural, que tenía una colección denominada Pintura Contemporánea Salvadoreña.

El primer acto formal en su consecución se dio en 1998, cuando el Patronato Pro Cultura de El Salvador firmó un convenio con lo que era entonces la Administración Cultural del Estado. Se desencadenó cuando se obtuvo en comodato por 99 años el terreno en el que está construido el museo en la actualidad.

Es un referente en la vida cultural de El Salvador.

Eso se ha logrado en corto tiempo. Somos a nivel de la región centroamericana e internacional un punto de referencia de lo que está pasando en el movimiento artístico de nuestro país. El Museo, además del compromiso de mantener en permanencia una muestra de arte salvadoreño, que es su principal razón de ser, ha logrado en estos diez años celebrar una serie de exhibiciones de artistas internacionales y de figuras importantísimas de la historia del arte que nos han dado mucha presencia.

¿Por qué se eligió construirlo junto al Monumento a la Revolución?

Al frente del terreno se había desarrollado en los años cincuenta lo que conocemos como el Monumento a la Revolución, que tiene dos elementos. Un mural, que es un mosaico de piedra realizada por la artista salvadoreña Violeta Bonilla y su esposo en ese momento, el mexicano Claudio Cevallos. Y hay una escultura que es una alegoría a la Constitución de 1950, obra del maestro Francisco Zúñiga. El mural está fechado en 1954 y la escultura en 1956.

El espacio es muy grande, con influencia de la arquitectura mexicana de los años cincuenta. Construir el museo en este espacio permitía no solo darle una buena ubicación, sino rescatar este monumento que a lo largo de los años se había literalmente abandonado.

¿Y el diseño, de Salvador Choussy?

El arquitecto Choussy tiene una gran trayectoria vinculada al hecho artístico y fue seleccionado por el Patronato Pro Cultura por El Salvador para que presentara un anteproyecto. Básicamente, las características que determinaron su diseño fueron: uno, que no pretendiera una arquitectura demasiado singular porque después trae como consecuencia enormes dificultades de mantenimiento. Luego, que no compitiera con el monumento y a la larga que permitiera exhibir de acuerdo con los estándares internacionales exposiciones de otras latitudes. El edificio sorprende porque una vez que se ha ingresado su estructura se desarrolla en tres niveles: en el acceso están las exposiciones temporales, en el nivel intermedio, la Gran Sala, que contiene parte de la exposición de arte salvadoreño y dos espacios adicionales. Y en un tercer nivel tiene las salas 3 y 4, también destinadas a la exhibición de arte salvadoreño.

¿Por qué ampliaron sus instalaciones?

Por deseo de Ernesto Álvarez Córdova, que fue miembro de la Junta Directiva y gran benefactor del Museo. Le preocupaba la fuente de ingresos con la que se sostiene y siempre planteó la necesidad de contar con un espacio, como existe en muchos museos, que sirviera como un salón de usos múltiples que se pudiera alquilar. Cuando se hizo, en el 2007, se amplió el área de exhibiciones temporales y se hizo un rediseño. Se espera en el futuro emprender nuevos proyectos que permitan la ampliación del área de exhibiciones y la urgente del área audiovisual.

Abrieron sus puertas con la exposición de Picasso, La Suite Vollard.

Es una de las más famosas que existen de su producción artística. Ese fue un enorme efecto que tuvimos a la hora de abrir el Museo puesto que estábamos al mismo tiempo presentando la muestra de arte salvadoreño, un homenaje a Julia Díaz, como precursora de los museos de arte del país, y teníamos una exhibición de arte latinoamericano de colecciones centroamericanas. Simultáneamente, inauguramos la noche del 22 de mayo del 2003 todas esas exposiciones.

Empezaron a lo grande.

Efectivamente. Empezamos con un impulso impresionante y nos planteó un reto ante toda la población para ver si íbamos a poder mantener ese tipo de exposiciones. Y gracias al trabajo desarrollado nos hemos mantenido y superado; la programación ha sido muy ambiciosa.

¿Qué destaca de la exposición Al compás del tiempo, que reúne a autores desde mediados del XIX hasta la fecha?

Más que hablarle a especialistas, el museo le habla a las nuevas audiencias a las que está tratando de formar. Entonces, el desarrollo de la exposición tiene una intención estilística y cronológica. Se puede recorrer tomando como base tres de los temas recurrentes que se dan a lo largo del desarrollo del arte salvadoreño: el retrato, el paisaje y el bodegón. El maestro o el guía puede hacer un recorrido general o bien de acuerdo con cada uno de estos temas.

¿Qué muestra recuerda por lo complicado de su instalación?

Hubo una del Instituto de Crédito Oficial (ICO) de España, Escultura moderna española con dibujo, formada por piezas de pequeño formato que incluye artistas de las vanguardias históricas, es decir, simultáneamente teníamos esculturas de Miró, Picasso, Dalí, Juan Gris…, hasta llegar a Barceló, iban acompañadas de dibujo. Esa exposición, que implicó un volumen de carga grande y construir una serie de bases, es quizás el reto más grande que hemos tenido y la que más visitantes ha atraído, recibió 10.244 personas en poco más de dos meses.

¿En qué proyectos están trabajando?

Dentro de poco vamos a tener una gran exhibición de arte mexicano y para mayo del próximo año estamos en el proceso de selección de las obras que se van a traer en una acción conjunta que estamos realizando con la Embajada de España y la Fundación Universitaria Iberoamericana (Funiber).

¿De dónde nace el nombre de Marte?

Está en sintonía con la tendencia de poder identificar a los museos con un nombre corto que sea fácil de recordar y que también auditivamente sea agradable. Permite que la gente se refiera a ellos con mayor familiaridad y resulte menos solemne.

¿Cómo han celebrado su aniversario?

La celebración arrancó el 21 de mayo con una exposición de La Divina Comedia ilustrada por Salvador Dalí, de Funiber, y al día siguiente, el 22, la Junta Directiva decidió que se tenía que focalizar todo el esfuerzo en celebrar con aquellos que son los más importantes de nuestra agenda: los niños. Lo que hicimos fue ubicar en todo el país a diez alumnos de escuelas públicas que cumplieran diez años el mismo día del museo. Tuvimos una fiesta –aparte de actividades recreativas con componente educativo– con alrededor de 500 personas en la que ellos fueron nuestros invitados especiales.

El cumpleañero venía acompañado de sus padres, sus maestros y sus compañeros de clase.

¿Han sobrepasado sus expectativas?

Efectivamente, el museo se ha posicionado en apenas diez años, que en la vida de un museo es una cantidad de tiempo bastante limitada. La actividad desarrollada y la aceptación del público hacen que el proyecto sea un gran éxito.

¿Cuál es su principal preocupación de cada día?
Abrir las puertas.

¿Y la mayor alegría?

Descubrir la sorpresa en la cara de los más pequeños al encontrarse por primera vez en un espacio tan especial y luego poder encontrarse con la obra que muchos salvadoreños solo han conocido a través los libros de texto como un nombre y que esta se vuelve realidad.

¿De los curadores que han colaborado con ustedes a quienes destaca?

Los de las tres grandes exhibiciones que hasta la fecha hemos presentado de arte salvadoreño. Puntos cardinales, con Luis Cróquer; Previsiones, encuentros con el arte salvadoreño, fue curada por Jorge Palomo, y la actual, Al compás del tiempo, del arquitecto Rafael Alas, nuestro director de Programación, y Rodolfo Molina, que acaba de fallecer y es el único que no va a conocer cuánta gente al final vio la exposición que él planificó con tanto esmero.

¿Por qué tituló su texto de aniversario Para que sea posible, hay que hacer lo imposible?

Para que el museo funcione hay que hacer lo imposible para lograrlo. Nosotros con esto lo que estamos estableciendo es que no hay límites a la hora de trabajar. Tenemos que hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que la institución siga desarrollándose, creciendo y sirviéndole al pueblo salvadoreño.

Myriam B. Moneo
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Etiquetas: El Salvador / Museo Marte

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