Centroamérica proyecta un crecimiento del consumo eléctrico cercano al 3,76% entre 2025 y 2026.
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Cada vez que una persona enciende un electrodoméstico, carga su celular o prende las luces del hogar o la oficina, entra en acción una red de normas técnicas que casi nunca se ve, pero que está ahí para protegerla. Ese marco regulatorio es el que garantiza que la electricidad llegue con la calidad necesaria para cuidar los equipos de hogares, empresas e industrias, y asegurar un suministro y una operación confiable.
En Centroamérica, seis países comparten uno de los sistemas de integración eléctrica más avanzados del mundo, donde los códigos de red eléctrica actúan como “guardianes silenciosos” de la calidad de la energía que llega a millones de hogares y empresas, es decir, de las características técnicas con las que la electricidad abastece a cada usuario.
De acuerdo con estimaciones del Ente Operador Regional (EOR), para 2026 el consumo eléctrico de Centroamérica crecerá alrededor de un 3,76% en comparación con 2025. En un sistema más comprometido y con una mayor participación de fuentes renovables, la calidad de la energía y cómo se gestiona, se convierten en factores decisivos para contener costos, evitar fallas y mantener la continuidad de la operación en hogares y empresas.
Cuando la calidad de la energía es adecuada, se mejoran el rendimiento y la eficiencia de los sistemas eléctricos gracias a un buen diseño de las instalaciones, equipos de protección apropiados y sistemas de medición y monitoreo que mantienen estable el suministro, lo que protege la inversión en equipos e infraestructura. Cuando no lo es, los dispositivos operan de forma inestable, los equipos fallan con mayor frecuencia y se producen cortes que generan tiempos de inactividad no planificados, con impacto directo en los costos y en la continuidad de los negocios.
En los hogares, una parte de la protección empieza con soluciones muy simples. Por ejemplo, los supresores de picos residenciales monofásicos ayudan a cuidar equipos con tarjeta electrónica, como la refrigeradora, las pantallas o las lavadoras, cuando hay sobretensiones. También son clave los interruptores termomagnéticos del centro de carga, que cortan la electricidad si hay una sobrecarga, reducen el riesgo de contacto con la corriente en lugares con humedad y ayudan a evitar incendios provocados por arcos eléctricos (chispas fuertes de electricidad que se producen en conexiones dañadas o flojas).
En este contexto, los códigos de red, conjuntos de normas técnicas obligatorias que fijan estándares mínimos de calidad, seguridad y confiabilidad para el sistema eléctrico, funcionan en la práctica como un escudo protector. A nivel centroamericano, el Reglamento del Mercado Eléctrico Regional (RMER) regula a los seis países adheridos (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá) que comparten electricidad a través del Sistema de Interconexión Eléctrica (SIEPAC), una red de 1.800 kilómetros que los conecta, y se complementa con regulaciones nacionales como el Código Eléctrico Nacional aprobado en Guatemala en 2024 y marcos similares en el resto de países. Desde la implementación del sistema regional, este esquema ha permitido reducir interrupciones, disminuir daños a equipos y alcanzar una matriz donde cerca del 64,6% de la capacidad de generación proviene de fuentes limpias, aportando mayor estabilidad y beneficios económicos para la región.
Para hogares y empresas de la región, este entramado de normas no es algo abstracto, sino que se traduce en decisiones muy concretas sobre cómo diseñar, operar y mantener sus instalaciones eléctricas, ya que al conocer la calidad real de la energía que reciben y consumen, pueden identificar puntos críticos en sus redes internas y anticipar posibles fallas, lo que resulta clave para cumplir con los códigos de red, proteger sus activos y asegurar la continuidad de sus operaciones.
“Desde la experiencia técnica que hemos construido en la región, acompañamos tanto a los hogares como a las industrias, comercios y organizaciones para aterrizar en la práctica los requisitos del código de red en sus instalaciones. En la operación diaria, esto significa medir y monitorear cómo se comporta la energía, revisar dónde se producen caídas de tensión o desequilibrios y detectar las zonas donde se desperdicia energía o existe mayor riesgo de fallas en equipos sensibles, todo en tiempo real”, agregó María José Bazo, presidenta del clúster para Centroamérica de Schneider Electric.
Desde la implementación del sistema regional en 2013, los códigos de red centroamericanos han generado resultados medibles. Se ha reducido la cantidad de interrupciones en el flujo de energía eléctrica gracias a una mejor coordinación regional, y los equipos industriales y domésticos sufren hoy menos daños causados por variaciones de voltaje. Actualmente, el 64,6% de la capacidad de generación eléctrica en la región proviene de fuentes limpias. A esto se suma un beneficio económico: la mayor estabilidad en la provisión de energía y la posibilidad de que los países con déficit energético reciban electricidad de calidad de otras naciones con superávit.
En un contexto de mayor demanda eléctrica y más energías renovables en la matriz centroamericana, el reto ya no es solo tener suficiente capacidad instalada, sino asegurar que la energía cumpla con la calidad que exigen los códigos de red. Por eso en la región se impulsan proyectos en redes, edificios e industria que miden y monitorean la calidad de la energía, analizan caídas de tensión y desequilibrios y usan información en tiempo real para ajustar la operación de las instalaciones.
“El código de red regional, junto con las normas de cada país, da una base común para incorporar nuevas tecnologías, como el almacenamiento de energía y la generación distribuida, manteniendo los estándares de calidad que exige el sector eléctrico. En los hogares esto se traduce en soluciones que protegen los equipos y ayudan a entender mejor el consumo, y en las industrias y comercios en sistemas que miden la calidad de la energía en tiempo real, optimizan la demanda y reducen paros no planificados. Así, la energía empieza a verse como un activo estratégico que aporta seguridad, continuidad y mejor rentabilidad al negocio”, concluye María José Bazo, presidenta del clúster para Centroamérica de Schneider Electric.
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