• 8 septiembre, 2025

Sólo necesito un toque Tuyo

Sólo necesito un toque Tuyo

Una historia de fe, esperanza y fortaleza donde cada etapa del cáncer se convirtió en un testimonio de victoria y gratitud a Dios.

Por Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva Gobierno Corporativo de Grupo Promerica.

El 19 de agosto de 2015 terminé el tratamiento de quimioterapia por un cáncer de seno que me diagnosticaron el mismo año. En marzo del 2015 tuve las cirugías, tanto la de cáncer como la reconstructiva. Recuerdo decirle al oncólogo y a la cirujana plástica: quítenme lo que me van a quitar y pónganme lo que me van a poner, todo el mismo día. No quiero entrar y salir de hospitales. Como todo en mi vida, no me gusta tener capítulos abiertos. ¡Al toro por los cuernos siempre!

Unos meses más tarde, tuve que comenzar un tratamiento de quimioterapia lo cual para mí fue mucho más difícil que las cirugías y recuperación. Mientras estuve en el tratamiento, al menos tres veces, escuché sonar una campana. La primera vez no sabía que era, hasta que una enfermera me explicó que luego de la última sesión de quimioterapia, las personas celebraban tocando la campana. La verdad que cada vez que escuché los campanazos y los aplausos de los acompañantes, me daba esperanza. Esperé ese día desde la primera vez que la escuché.

Un par de días antes del 19 de agosto preparé la ropa que me pondría, una blusa rosada, un par de aretes que me envió mi amiga María, un turbante que hacía juego con mi blusa, y puse un post en mi Facebook invitando a la familia y amigos a vestirse de rosado para acompañarme virtualmente el día que tocara la campana. Durante el transcurso del día comencé a recibir fotos de personas vestidas de rosado, familia, amigos, compañeros de trabajo. Inundaron mi página de Facebook y mi WhatsApp. Todas las guardé, y la mayoría las usé para ilustrar un capítulo del libro que escribí sobre mi experiencia. Mi familia de New Orleans, donde hice el tratamiento, mi hermana, mi sobrino Ali, mi prima Carolina y mi esposo, quienes viajaron para la ocasión, me acompañaron ese día. Todos vestidos de rosado, algunos con pelucas de colores, sombreros divertidos, fue toda una celebración.

Karla Icaza, Vicepresidenta Ejecutiva de Gobierno Corporativo de Grupo Promerica.

Ese día mientras me bañaba, sentí en mi corazón ir a cada cubículo de la sala de quimioterapia y decirles a las personas que iba a tocar la campana, por mí y por ellos. Cuando llegó el momento recorrí todo el piso, me dolió el corazón cuando encontré personas solas, desesperanzadas, tristes, físicamente deterioradas; algunas me agradecieron. Una de ellas me dijo que le había dado esperanza. Le doy infinitas gracias a Dios por hablarme ese día y por haberme dado la fortaleza para obedecerle.

Hace una semana, el pasado 18 de agosto fue la última cirugía, un día antes y diez años después. No me había percatado de la fecha hasta que mi hermana me lo señaló. Otra vez, al toro por los cuernos. Me preparé con tiempo, nuevamente mi hermana estaba “al pie del cañón” y me acompañó a comprar “el equipo”. Esperé el día con paz.

La cirugía salió bien y las molestias han sido mínimas. Al amanecer del tercer día, me desperté en la madrugada y comencé a llorar. No quise molestar a mi esposo, entonces me levanté y fui a mi “cuarto de guerra”, puse unas alabanzas y dije: solo necesito un toque Tuyo, Señor. Y ahí, en Sus Brazos quedó todo lo que pudiera haber estado sintiendo. Capítulo cerrado, batalla ganada, abrazada por Él.

“Bendeciré al Señor en todo tiempo; lo alabarán siempre mis labios.” Salmo 34:1.

Etiquetas: Columna / conecta2 / creencia / fe / Karla Icaza

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