• 2 octubre, 2023

Qué hace que un miedo se convierta en una fobia y cómo enfrentarlo

Qué hace que un miedo se convierta en una fobia y cómo enfrentarlo

¿Qué es lo que ocurre para que esos pensamientos se creen en el cerebro y de cualquiera que tenga una fobia? ¿Cómo surge ese miedo?

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“Casi todas las fobias del estilo miedo a las arañas o a las serpientes empiezan alrededor de los 4 años. Las fobias sociales, como la agorafobia (incapacidad para salir de la casa), entre los 12 y los 18”, apunta el profesor Paul Salkovskis, experto en fobias y director del Centro Oxford de Salud Psicológica, en Reino Unido.

Las primeras tienen un sentido evolutivo y pueden ser una cuestión de supervivencia.

Cuando es adulto sabe que una picadura de araña en su mano puede que duela, pero salvo casos extraños, no lo matará. Sin embargo, con 4 años hay probabilidad de que el niño piense que la araña puede matarlo y opte por la protección que puede brindar el miedo.

También pueden adquirirse por observación. Si un niño ve a su padre o su madre reaccionar con miedo ante una araña, es probable que desarrolle esta fobia porque creerá que es una amenaza real.

Hay un tercer modo de adquirir miedos y fobias y es a través de la cultura.

Así lo cuenta el doctor Andras Zsido, profesor asistente en la Universidad de Pécs, en Hungría, y estudioso de las fobias en todo el mundo.

Zsido ha visto cómo, por ejemplo, en una isla de Portugal tienen miedo a un tipo específico de lagartos debido a las historias populares que se cuentan a los niños desde muy pequeños.

“Tienen unas características visuales, de forma, cómo se mueven, que es normal que asusten. Pero la cultura lo refuerza”, apunta.

 

¿Por qué aparece el miedo?

 

 

Pregunto a Scott cuáles son los sentimientos que aparecen cuando se enfrenta a su mayor miedo: conducir sobre un puente.

“Tengo miedo de caerme, de irme hacia uno de los lados, de perder el control, de que haya un accidente. Sé que las posibilidades de que eso ocurra son pequeñas, pero igual me aterra”.

¿Qué es lo que ocurre para que esos pensamientos se creen en el cerebro de Scott y de cualquiera que tenga una fobia? ¿Cómo surge ese miedo?

“Hay varias cosas que pueden hacer que aparezca el miedo. Una es sensorial. Ve, escucha, está sintiendo y experimentando cosas que vienen del resto de sentidos y esto puede estimular el circuito del miedo», explica la profesora Ekaterina Likhtik, profesora asociada en Ciencias Biológicas en el Hunter College, en la Universidad Municipal de Nueva York (CUNY).

«Pero también puede ser algo interno, algo que piensa y activa este circuito”, añade.

Pues sobre un puente.
Scott, otro de los protagonistas de este artículo, tiene fobia a los puentes y, si maneja, no pasa sobre ellos.
 

Cuando es sensorial, algo que percibe, la información entrará a través del tronco encefálico hacia la corteza o córtex sensitivo, una capa que cubre el cerebro y cuyas partes están especializadas para obtener distinta información sensorial.

De allí va hasta lo que se conoce como el centro del miedo en el cerebro: la amígdala.

Aunque también nos explica Likhtik, puede llegar a la amígdala directamente a través del tálamo, una parte de la región subcortical, debajo de córtex, que recibe esta información incluso antes.

El tálamo se conoce como el centro de transmisión del cerebro y recibe esta información, la analiza y la manda a la amígdala.

La amígdala es una parte del cerebro que tiene la forma de una almendra de unos 2 o 3 centímetros.

Cuando recibe la información, la procesa y la manda a las regiones inferiores del tronco encefálico. De allí, la información viaja a la médula espinal y hacia los músculos.

Y esto, a su vez, generará las posibles respuestas que hay ante el miedo: congelarse, luchar o huir.

Después, esto va a todos lados. Se envía información a los receptores involucrados en la respiración o en el ritmo del corazón y estos se activan.

En resumen, cuando ve o huele algo, su amígdala responde rápidamente y manda una respuesta automática a sus músculos para que reaccionen congelándose, huyendo o luchando.

Una reacción excesiva

 

Que esto ocurra si ve un oso cruzando por la mitad de la calle, es útil y tiene sentido.

Sin embargo, no parece lógico que el miedo se active al ver un puente o, como en mi caso, un ascensor.

Pero el miedo, en cualquier caso, existe.

Así, la respuesta ante algo que es realmente amenazante y a algo que es irracional es la misma.

“Como lo que nos sucede es un miedo real, se activa la amígdala y las respuestas del miedo en función de los datos disponibles”, explica Ekaterina Likhtik.

Likhtik añade que los que tienen una fobia hacen una intensa asociación entre la información sensorial que reciben y la especulación de lo que podría suceder a partir de esa información: ·

«Hay una sobrestimación de la probabilidad de que algo malo suceda y esto impulsa la actividad de la amígdala”.

Se produce algo que complica y agranda todo: la ansiedad.

“Esto que pasa con la ansiedad parece confirmar que algo terrible está sucediendo, que estás perdiendo el control», concluye la académica.

Sea por motivos evolutivos, por observación o cultura, si a la fobia se le suma una respuesta con ansiedad, esto se puede convertir en debilitante.

Ilustración de un cerebro con la amígdala en el centro.
La amígdala es la pequeña almendra dentro del cerebro que es responsable de las respuestas del miedo. Getty
 

Cómo frenar esto

 

Me pregunto si hay algo que puede frenar este impulso, controlarlo.

La profesora Likhtik me explica que hay buenas evidencias de que la respiración profunda puede servir.

También la terapia cognitivo-conductual, que se basa en mirar alrededor y ver otras señales disponibles y modificar conductas.

También me habla de la terapia de extinción, donde quien sufre la fobia se expone a cosas similares a lo que genera el miedo y descubre poco a poco cómo lidiar con eso.

Yo trato de frenarlo en terapia con Paul Salkovskis.

Él me pide que recuerde la primera memoria que tengo de estar atrapada en un ascensor. Solo hablar de ello me pone ansiosa.

Salkovskis me propone modificar poco a poco esa memoria. Pensar en la gente que hay en el ascensor, la luz que hay.

Al final, se trata de controlar la ansiedad. O intentarlo.

Normalmente, nada más entrar, me entraría ansiedad, mi ritmo cardíaco aumenta, sudo, mi respiración se agita… Huyo y lo evito.

Y es justo lo contrario de lo que hay que hacer, me explica Salkovskis.

“Tiene el shock inicial que aparece ante la fobia, aparece la ansiedad y, si lo trabaja, puede ver que este shock, la respiración agitada, el ritmo cardíaco acelerado no se debe a que algo va a pasar, sino a la ansiedad. Y luego ves que esto pasa y que el ritmo cardíaco y todo vuelve a bajar”, me explica Salkovskis.

“La próxima vez que este en una situación así, pasará de nuevo, aparecerá la ansiedad. Así que la gente suele asociar una situación de fobia con ansiedad y con la peor reacción posible y salir de ella, huir, evitarla, es un el alivio mayor. Pero es justo lo que no debe hacer si quiere dejar de tenerle miedo”, señala.

Fuente: BBC Mundo

Etiquetas: amígdala / cerebro / fobias / miedo

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