La infección, en muchos casos, se presenta sin síntomas o con síntomas muy leves y las pruebas de diagnóstico se concentraron en las personas sintomáticas.
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Con el objetivo de estimar la verdadera incidencia acumulada de SARS-CoV-2 en el país, científicos costarricenses analizaron muestras de sangre de casi 2000 personas de todas las edades, seleccionadas de la población general, en una amplia región del país. Estos participantes formaron parte del grupo control del estudio RESPIRA, entre noviembre de 2020 y octubre de 2021.
También se utilizaron para la investigación, datos de 1000 personas con COVID-19 confirmado y reportado por el sistema de salud, también participantes en el estudio RESPIRA.
Tras estudiar la presencia de anticuerpos, para definir si hubo infección natural, los expertos determinaron que la verdadera incidencia del SARS-CoV-2, fue mucho más alta de lo que se detectó dentro del sistema de salud y se incluyó en los reportes oficiales. Esto ocurrió porque muchas de las personas tuvieron infección asintomática o leve, o no fueron al sistema de salud a hacerse la prueba.
Los hallazgos sugieren que casi la mitad de la población, se había infectado a fines de 2021, y que, para fines de 2022, es probable que una gran mayoría de la población haya tenido la infección.
De acuerdo con los resultados del análisis Estimación de la incidencia acumulada de infección por SARS-CoV-2 en Costa Rica, publicado hoy en la revista Lancet Regional Health Americas, el porcentaje de infectados a diciembre de 2021, fue cuatro veces mayor, al reportado por las autoridades. Además, en el caso de los niños y jóvenes, la proporción total estimada fue 11 veces mayor, a la notificada oficialmente.
Es decir, para diciembre de 2021, el 47% de la población había estado enferma con COVID-19, pese a que la proporción detectada por los sistemas de vigilancia era de un 12%. Aplicando esa relación de 4 a 1 a finales de 2022, cuando el número de casos reportados era dos veces mayor, los científicos concluyen que, para esa fecha, la gran mayoría de la población había sufrido, al menos, un episodio de COVID-19, sin que necesariamente haya tenido síntomas.
“Buscamos la presencia de anticuerpos en una muestra de la población general para, por medio de serología, definir la infección natural. Usando un modelo lineal generalizado y tomando en consideración la desaparición de los anticuerpos en los casos, estimamos la proporción de infecciones verdaderas, con respecto a los casos notificados oficialmente. Aplicando estas proporciones a los totales informados oficialmente, por edad, sexo, cantones, logramos estimar el número real de infecciones”, explica el MSc Romain Fantin, estadístico de la Agencia Costarricense de Investigaciones Biomédicas (ACIB-FUNIN).
Esta es una de las investigaciones que se realizan dentro del estudio RESPIRA, el cual, inició en 2020 con el objetivo de evaluar la respuesta inmune del organismo, al SARS-CoV-2, y es liderado por la Caja Costarricense de Seguro Social, el Ministerio de Salud, la Agencia Costarricense de Investigaciones Biomédicas (ACIB-FUNIN) y la Universidad de Costa Rica.
De acuerdo con la Dra. Amada Aparicio, investigadora de la Caja Costarricense de Seguro Social, “la diferencia entre la proporción oficial de infectados y la estimada por el estudio, pudo darse porque la infección fue asintomática o con síntomas leves y las pruebas de detección estaban limitadas por las pautas oficiales, además de los factores socioeconómicos”.
“El hecho de que la mayoría de nuestra población haya estado infectada y que además se haya vacunado explica la baja incidencia que experimentamos en este momento en el país. Actualmente estamos trabajando en los análisis detallados de la respuesta de anticuerpos a la infección natural y la vacunación, la protección que brindan esos anticuerpos contra infecciones nuevas, los determinantes de la severidad de la infección, la frecuencia y características del COVID prolongado, así como las características genéticas de los participantes, que determinan la presentación de la enfermedad”, dijo el Dr. Rolando Herrero, director científico de ACIB-FUNIN.
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