2 diciembre, 2025

The Firenze Capitale Award 2025: Donde convergen cultura, visión y liderazgo

Cuando la historia, la empresa, la innovación y la responsabilidad pública resuenan juntas, Florencia vuelve a ser una ciudad donde los pensamientos distantes dejan de ser distantes y se convierten en dirección.

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En Florencia, es raro que una idea contemporánea hable a la ciudad sin verse abrumada por su peso; sin embargo, el sábado por la noche esto sucedió, cuando The Firenze Capitale Award 2025 demostró que la memoria, cuando se trata no como una reliquia sino como un recurso, se convierte en una tecnología cívica capaz de orientar el futuro.

El experimento comisariado por Lorenzo Conti Lapi conectó a los premiados de hoy con las figuras centrales de la temporada 1865-1871, cuando Florencia sirvió como capital y laboratorio intelectual de una Italia recién unificada: no como un ejercicio de erudición, sino como expresión de la continuidad a través de la cual la ciudad reconoce, en las formas presentes, las intuiciones más profundas que la han moldeado a través de los siglos.

La unión de Santo Versace —presidente de la Fondazione Santo Versace— con Ubaldino Peruzzi fue su ejemplo más claro: la continuidad entre un emprendedor que transformó la elegancia en responsabilidad social y un alcalde que convirtió la forma urbana en una declaración política. En el mismo panorama, Rory Sutherland, en colaboración con Pasquale Villari, aportó su capacidad para desestabilizar los hábitos de pensamiento lineal y, al referirse a Beyond the Left Brain —el manifiesto filosófico de The Italian Mind para 2026, escrito por Marco Gianni—, capturó su naturaleza como una obra que devuelve la dignidad estratégica a la imaginación, describiéndola con una palabra que no usa a la ligera: obra maestra.

El campo de la noche se amplió aún más a través de las intervenciones de Daniel Langer en Los Ángeles, Todd Callender en Chile y Syed Raza, cada uno contribuyendo con un fragmento de la geografía global que Florencia logró absorber sin perder su centro: el valor inmaterial asociado con Bettino Ricasoli, la visión infraestructural de Giuseppe Poggi, la energía reformista de Cosimo Ridolfi. Dentro de este mismo mapa, emergieron resonancias naturales: la Fundación Andrea Bocelli con Bettino Ricasoli, Andrea Delfini con Pietro Thouar, Arturo Artom con Isidoro Del Lungo, Li Xiaozhu con Ferdinando Bartolommei, Marco Nereo Rotelli con Pasquale Romanelli, Chiara Tilesi con Filoteo Alberini, Cristiana Pagni con Adolfo Targioni Tozzetti, Lorenzo Dolci con Luigi Federico Menabrea —no yuxtaposiciones simbólicas sino ecos operativos a través de los cuales la ciudad se reconoció a sí misma a través del tiempo. En este contexto, la presencia de Maurizio Mancianti fue un punto de gravedad natural: por su energía, rigor y sentido cívico, es hoy uno de los embajadores globales más eficaces de Florencia, y su contribución dio a la velada la profundidad que distingue un evento bien ejecutado de una genuina declaración de intenciones.

El resultado no fue una secuencia de premios, sino el surgimiento de un campo: la demostración de que cuando la historia, la empresa, la innovación y la responsabilidad pública resuenan juntas, Florencia deja de ser un lugar que simplemente preserva la memoria y vuelve a ser lo que ha sido en su mejor momento: una ciudad donde los pensamientos distantes dejan de ser distantes y se convierten en dirección.

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