El perfumista español, heredero de la histórica casa Myrurgia y fundador de su marca homónima, visitó Costa Rica como invitado de Distribeauté.
Cuando Ramón Monegal habla de perfume, narra historias, defiende un legado y reivindica un oficio que, según él, estuvo a punto de perder su alma.
“La perfumería auténtica necesitaba guardianes”, recuerda, evocando el mandato que recibió de su abuelo, fundador de Myrurgia, y de la familia Guerlain, quienes advirtieron hace décadas que los perfumistas serían desplazados por el marketing y las marcas de moda.
Esa herencia se transformó en misión: proteger la autenticidad del perfume como arte.
“Yo la he vivido desde que nací”, dice Monegal sobre su relación con la perfumería. Para él, formar parte de una saga histórica no es solo un privilegio: es un deber. La obligación de preservar el conocimiento, la sensibilidad y la narrativa que han acompañado al perfume durante siglos.
Sin embargo, su mirada no es nostálgica. Es crítica y profundamente contemporánea. Observa cómo la industria masiva ha sacrificado creatividad por eficiencia, y cómo las fórmulas se han ido homogeneizando por miedo a asumir riesgos. Frente a ello, él eligió la libertad.
Perfumería comercial vs. perfumería de autor: dos mundos, dos filosofías
Monegal vivió de cerca la evolución de la perfumería industrial. Recuerda una época en que al perfumista se le otorgaban recursos generosos para componer. Con el tiempo, explica, esos presupuestos se redujeron para invertir en publicidad, celebridades y distribución masiva.
“En la perfumería industrial no pueden cometer errores; un error cuesta mucho dinero”, comenta. Por eso se prueba, se testea, se filtra… hasta que el producto deja de ser arte y se convierte en diseño.
La perfumería de autor opera al revés: más libertad, más riesgo, más inversión en la fórmula que en la publicidad.
“Mi obligación no es vender; mi obligación es proponer cosas distintas”, afirma. Y lo demuestra. Sus perfumes exploran territorios culturales, botánicos y emocionales que la industria tradicional rara vez se atreve a recorrer.
La inspiración se trabaja
Lejos de la idea romántica del “arrebato creativo”, Monegal se define como un perfumista metódico. La inspiración comienza con una idea concreta, un título, un guion. Luego viene la selección de ingredientes, que para él son los verdaderos provocadores:
“Los ingredientes son los que realmente retan al perfumista”.
Naturalista por esencia, encuentra en la naturaleza sus códigos, metáforas y significados. Pero también reconoce que la innovación y la química moderna amplían las posibilidades de expresión. Su trabajo combina ambas dimensiones con precisión quirúrgica.
El auge del nicho
Para Monegal, el crecimiento global de la perfumería nicho es imparable y responde a un deseo profundo del consumidor actual: sentirse único.
Las nuevas generaciones, especialmente la Gen Z, buscan marcas que no existían en la época de sus padres. Quieren autenticidad, diferencia, identidad.
“Las marcas de lujo, por su expansión, difícilmente garantizan exclusividad. Nosotros sí”, afirma.
Ese fenómeno, que en su origen fue tachado como “capricho de cuatro locos”, según él, terminó transformando a la industria entera. Hoy, las grandes corporaciones compran marcas de nicho para sobrevivir al cambio cultural.
Perfumes con raíces
Su renacimiento creativo llegó cuando un distribuidor le preguntó qué lo diferenciaba de otros perfumistas… y sin saber responder. Esa inquietud lo llevó a estudiar su ADN y a reconectar con siglos de tradición española:
-Los siete siglos de perfumería árabe en la península.
-Los iconos culturales como el toro, el flamenco y el arte español.
Así nacieron fragancias como Flamenco, Bravo o Entre Naranjos, que reinterpretan símbolos históricos desde un lenguaje olfativo contemporáneo.
“Trabajo con actitudes, no con personas”, explica. Su meta es capturar valores: bravura, pasión, admiración, ímpetu, y convertirlos en narrativa olfativa.
Sobre tendencias, su apuesta es recuperar ingredientes naturales frente al exceso de regulación que favorece lo sintético, educar al público para que el criterio no sea solo “me gusta/no me gusta”, transmitir cultura olfativa a las nuevas generaciones, incluso a los niños, que, asegura, tienen un potencial sensorial extraordinario.
Un arte que se transforma y emociona
En su primera visita al país, Monegal se mostró sorprendido por la profesionalización del mercado y por el creciente interés en la perfumería de autor. Considera que Centroamérica, con consumidores jóvenes, curiosos y exigentes, es terreno fértil para la expansión del nicho.
Aunque apenas empieza a conocer el país, ya intuye una energía creativa y una sensibilidad que podrían conectarse muy bien con la perfumería artística.
Ramón Monegal defiende una manera de entenderlos. Sus palabras revelan a un artesano moderno, a un historiador sensorial y a un rebelde que lucha por mantener vivo un oficio que nació como arte antes de convertirse en negocio.
Su visita a Costa Rica deja una invitación abierta: oler mejor, sentir más y reconocer que, en una botella de perfume, puede caber una historia, una memoria, una cultura… y una identidad.
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