A pesar de que esta industria está en auge, las condiciones de salud se están deteriorando por los mismos. Piden abordar este tema.
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En las últimas tres décadas, el consumo de suplementos se ha convertido en una verdadera obsesión, particularmente en Estados Unidos, donde más de la mitad de los adultos recurren a estos productos para abordar una amplia gama de problemas de salud y trastornos psicológicos.
Desde la berberina utilizada por influencers de TikTok para “acelerar” el metabolismo, hasta el musgo marino ingerido por celebridades para mejorar la salud intestinal, o la metformina adoptada por los llamados biohackers para promover la longevidad, el auge de los suplementos no muestra signos de desaceleración.
Sin embargo, nuevas investigaciones sugieren que esta búsqueda de bienestar a través de compuestos artificiales podría ser más perjudicial que beneficiosa. En el último cuarto de siglo, la comunidad médica ha registrado un notable aumento en los casos de lesiones y fallos hepáticos vinculados al consumo de suplementos.
A esto se suman efectos adversos menos graves, pero igualmente preocupantes,como alteraciones en el estado de ánimo, problemas gastrointestinales, fatiga, cálculos renales, caída del cabello e hipertensión.
Detrás de este fenómeno se encuentran tres factores clave: la proliferación de suplementos con compuestos potencialmente tóxicos, las interacciones nocivas con otros medicamentos y el fenómeno de la “megadosis”, que implica el consumo de cantidades muy por encima de las recomendadas.
“Todo el mundo busca la bala mágica y el elixir de la juventud, algo que sea muy fácil de tomar como pastilla para ralentizar el proceso de envejecimiento o prevenir enfermedades crónicas”, explicó JoAnn Manson, médico, epidemiólogo y endocrinólogo del Hospital Brigham and Women’s de Massachusetts y profesor de la Facultad de Medicina de Harvard a National Geographic.
A pesar de los riesgos, la confianza de los consumidores en estos productos es notable. Según encuestas, el 84% de los usuarios cree en su seguridad y eficacia. Pero la realidad es que pocos de los suplementos disponibles en el mercado han sido sometidos a estudios rigurosos que avalen su efectividad. “Es el Salvaje Oeste, así que el comprador debe tener cuidado”, advierte Manson.
A lo largo de la historia, los seres humanos han utilizado productos botánicos, hierbas y minerales para tratar enfermedades o mejorar el bienestar. En la actualidad, estos ingredientes han pasado de ser parte del conocimiento ancestral a ocupar estanterías en farmacias y protagonizar tendencias en redes sociales.
“Tenemos una crisis mundial de enfermedades relacionadas con la dieta y la gente está realmente enferma, destrozada y sufriendo”, señala Dariush Mozaffarian, cardiólogo y decano de la Escuela Friedman de Ciencia y Política Nutricional de la Universidad de Tufts.
Muchos consumidores se sienten ignorados por el sistema de salud convencional. Encuestas indican que el 52% de los pacientes en Estados Unidos considera que sus síntomas son minimizados o descartados por los médicos, lo que los lleva a buscar alternativas en la medicina natural y los suplementos. “El sistema médico occidental tradicional les está fallando”, añade Mozaffarian.
En algunos casos, los suplementos pueden ser beneficiosos. Las mujeres embarazadas, por ejemplo, toman ácido fólico para prevenir defectos congénitos, mientras que los adultos mayores pueden requerir vitamina B12 adicional. También se ha demostrado que los ácidos omega-3 favorecen la salud cardiovascular y que los probióticos pueden aliviar el síndrome del intestino irritable. Sin embargo, fuera de estos usos específicos, la evidencia científica que respalde la eficacia de la mayoría de los suplementos es escasa.
Para la mayoría de las personas, el consumo de suplementos en dosis recomendadas no supone un riesgo grave para la salud. En muchos casos, simplemente generan una “orina cara”, en palabras de Mozaffarian, al ser eliminados sin aportar beneficios significativos al organismo. Sin embargo, ciertos compuestos y dosis elevadas pueden representar un riesgo considerable, lo que subraya la importancia de la regulación y la educación en torno a estos productos.
Fuente: Portafolio
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