Entre la incertidumbre, el análisis y la empatía, ha construido una forma distinta de invertir y liderar.
Por Milagros Sánchez Pinell
Por fuera, Ignacio Rosales puede parecer el profesional financiero perfecto con títulos importantes, cargos clave en fondos de inversión y una trayectoria ascendente entre startups y mercados privados.
Pero detrás de ese currículo hay una historia sobre la duda, la curiosidad y la paciencia por encontrar un camino con propósito.
Nacido en Quito, Ecuador, creció en un entorno tranquilo, entre el deporte, principalmente el tenis, la disciplina escolar y los lazos familiares.
Desde antes de entrar a la universidad tenía claro que quería hacer algo relacionado con inversiones. Esa certeza se afianzó en su último año de colegio, cuando participó en un concurso de la Bolsa de Valores de Quito. También influyó una pasantía en una aceleradora, donde descubrió su afinidad por el emprendimiento.
Esa certeza lo llevó a la Carroll School of Management de Boston College en 2016, donde cursó un doble título en Economía y Finanzas.
Durante esa etapa, mientras otros compañeros aseguraban pasantías en banca de inversión o consultoría, él sentía la ansiedad de avanzar sin tener todavía todo definido.
“Frente a esto, opté por un camino poco convencional. Decidí explorar todos los roles posibles hasta encontrar aquello que realmente me apasionara”, recuerda.
Fue así como decidió dividir sus veranos para explorar distintos sectores, desde consultoría y banca privada hasta capital de riesgo, para así descubrir qué lo motivaba de verdad.
Esa experiencia, dice, fue clave para entender qué está bien equivocarse, cambiar el rumbo o incluso desconocer con certeza qué sigue; pero con dedicación y esfuerzo las piezas pueden encajar.
Narra que una de las decisiones más valientes fue seguir esa exploración incluso después de graduarse, en medio de una pandemia que congeló el mercado laboral. Con su visa a punto de vencer y sin ofertas firmes, logró, casi por azar, un puesto como primer empleado en una oficina de manejo patrimonial.
Reconoce que en un inicio quería trabajar en una empresa grande, como sus compañeros, pero con el tiempo entendió el privilegio que tenía al construir algo desde cero a sus 22 años.
La experiencia redefinió su forma de pensar. Aprendió a mirar a largo plazo, valorar las oportunidades inesperadas y entender que la incertidumbre es parte del camino.
“Está bien dudar o tener cosas poco claras. Nada está escrito en piedra, y siempre podemos ajustar el rumbo”.
En 2021 ingresó como Venture Partner a BuenTrip Ventures, una firma enfocada en invertir en startups latinoamericanas en etapas tempranas.
“Me atrajo mucho su visión de acompañar a los emprendedores desde etapas tempranas”, recuerda.
Poco después, decidió profundizar en su interés por la ciencia del comportamiento y aplicó a la maestría en Behavioral and Decision Sciences en la Universidad de Pennsylvania.
“Ingresé a la maestría motivado por una genuina curiosidad por entender cómo tomamos decisiones en contextos de inversión. Siempre me intrigó la irracionalidad del ser humano, y cómo todos —incluso los inversionistas sofisticados— caemos en sesgos como el endowment effect o la aversión a la pérdida. Me interesaba comprender cómo estos comportamientos afectan los mercados globales”, explica.
Durante la maestría, surgió la posibilidad de aplicar esos conocimientos a BuenTrip, donde ya trabajaban en un proyecto para evaluar emprendedores.
A partir de esa oportunidad, comenzó a construir un esquema conductual para apoyar las decisiones de inversión. Así nació su rol como Chief BuenTripness Officer.
Paralelamente, Ignacio trabaja en Uyana Partners como Senior Associate. Su enfoque está en los mercados privados, dentro de portafolios familiares, bajo un modelo tipo endowment. Evalúa fondos e inversiones privadas, lo que complementa su trabajo en BuenTrip.
También ha formado parte de algunos directorios, posiciones que lo obligan a pensar desde una perspectiva más macro, a preguntar lo incómodo y a generar valor sin intervenir directamente en una operación.
En lo personal y profesional, se define como empático, curioso, diligente y con gran atención al detalle, cualidades que desarrolló por la influencia de un mentor.
“Trato de buscar la pregunta correcta antes que la respuesta rápida, e intento generar espacios de confianza donde las personas puedan pensar en voz alta y sin juicio. Creo que lo técnico y lo humano, lo profesional y lo personal, deben ir juntos. Para mí, todo está conectado”, sostiene.
Actualmente, el joven profesional representa a quienes entienden el éxito como coherencia interna, nunca como acumulación externa.
“Para mí el éxito tiene que ver con sentirte alineado internamente y vivir de forma intencional. Aprendí a pedirme menos perfección y más intención. A veces hay que soltar el control para poder adaptarse”, expresa.
Entre los momentos que más lo retaron está la crisis del mercado en 2022, causada por la subida de tasas en Estados Unidos. Desde su rol como asesor financiero, tuvo que acompañar a los clientes en medio del pánico.
Sin embargo, lo manejó apoyándose en su red de confianza. Por eso, sugiere dejar atrás el miedo a pedir ayuda y rodearse de un círculo de personas a quienes acudir para aprender.
De cara a lo que viene, nuestro roaring 20 mantiene una actitud abierta. Una frase que lo acompaña es “Strong opinions, loosely held”, porque considera que “se trata de tener convicción, pero también apertura, siempre y cuando uno tome responsabilidad.
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