La Universidad forma profesionales para el turismo y la gastronomía con un modelo de aprender haciendo, enfoque en sostenibilidad, tecnología y cocina de autor, así como fuertes vínculos con la industria.
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La Escuela de Hospitalidad y Artes Culinarias de la Universidad Politécnica Internacional (UPI) se ha propuesto algo claro: formar profesionales que respondan a las necesidades reales del turismo y la gastronomía costarricense, con estándares internacionales y un enfoque educativo donde la práctica manda. Su sello es un modelo integral que combina excelencia académica, innovación aplicada y compromiso con la sostenibilidad.
“Nuestro modelo educativo prioriza aprender haciendo, con laboratorios de cocina de última generación, proyectos interdisciplinarios y vínculos sólidos con la industria”, afirma William Calvo Feoli, director académico de Artes Culinarias y Hospitalidad de la UPI. Esa cercanía con el sector se refleja en experiencias que trascienden el aula: desde participación en ferias gastronómicas sostenibles hasta apoyo técnico a microemprendedores turísticos y el rescate de recetas tradicionales que conectan a los estudiantes con el patrimonio culinario del país. “Es más que dominar técnicas; buscamos que cada estudiante entienda el impacto económico y cultural de su oficio”, agrega Calvo Feoli.
La sostenibilidad, la innovación tecnológica y la cocina de autor son estructura. La escuela promueve el uso responsable de recursos, la trazabilidad de ingredientes locales y la reducción del desperdicio alimentario. En el plano digital, integra herramientas de gestión hotelera, análisis de costos, diseño de menús y simuladores de servicio; y, en el creativo, impulsa talleres para que los estudiantes desarrollen su identidad gastronómica y reinterpreten los sabores costarricenses desde una perspectiva contemporánea. “Formamos profesionales capaces de innovar sin perder la raíz”, sostiene el director académico.
La UPI equilibra teoría y experiencia con un dato contundente: 900 horas de práctica en eventos internos y externos, laboratorios, restaurantes, hoteles y prácticas profesionales en empresas del sector. Con ello, los egresados fortalecen competencias técnicas y habilidades blandas para integrarse al mercado nacional e internacional. “Queremos que los estudiantes salgan al mundo laboral con seguridad, oficio y criterio”, señala Calvo.

Otro pilar es la proyección global. La UPI mantiene convenios en América y Europa, además de membresías en la Red ALLIANCE y ULADES, que habilitan intercambios, pasantías, proyectos colaborativos, competencias y festivales gastronómicos internacionales. La escuela también recibe docentes y chefs invitados para clases magistrales y talleres.
“Buscamos que el estudiante viva la hospitalidad en clave multicultural y pueda desempeñarse en contextos internacionales”, apunta Calvo.
El enfoque práctico y global convive con una convicción institucional: democratizar la educación. La UPI trabaja para generar oportunidades de estudio a todas las personas, sin importar su nivel económico. En la Escuela de Hospitalidad y Artes Culinarias, esa filosofía se traduce en proyectos con la comunidad, acompañamiento a emprendimientos y formación que enfatiza la empleabilidad y el impacto social.
“La educación debe crear movilidad y futuro; por eso conectamos aula, industria y territorio”, resume el director académico.
Con un pie en la cocina y otro en el territorio, la Escuela de Hospitalidad y Artes Culinarias de la UPI pone al estudiante en el centro de una experiencia formativa que es, a la vez, práctica, creativa y responsable.
Los números, 900 horas de práctica, y los énfasis, sostenibilidad, tecnología, cocina de autor e internacionalización, revelan un camino donde el aula se conecta con el mercado y con las comunidades.
Sostenibilidad + autor + mundo: el triángulo formativo
• Sostenibilidad: uso responsable de recursos, trazabilidad de ingredientes locales y reducción de desperdicios.
• Cocina de autor: talleres de creatividad para desarrollar identidad gastronómica e interpretar sabores costarricenses desde una mirada contemporánea.
• Internacionalización: convenios en América y Europa; participación en competencias y festivales; membresías en ALLIANCE y ULADES; docentes y chefs invitados.
Aprender haciendo: así se vive la práctica en UPI
• 900 horas prácticas antes de egresar, distribuidas entre laboratorios de cocina, restaurantes, hoteles, eventos y prácticas profesionales.
• Proyectos con impacto: ferias gastronómicas sostenibles, apoyo a microemprendedores turísticos y rescate de recetas tradicionales.
• Simuladores de servicio y herramientas digitales para gestión hotelera, análisis de costos y diseño de menús. “Garantizamos que la experiencia técnica y las habilidades blandas se formen en escenarios reales”, dice William Calvo.
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