• 27 diciembre, 2017

El problema fundamental con los sistemas de ranking universitarios

El problema fundamental con los sistemas de ranking universitarios

Por Mathew J. Anderson, presidente Keiser University Campus Latinoamericano

Hoy en día, los potenciales consumidores o destinatarios de los bienes, productos o servicios deben frecuentemente seleccionar de campos saturados y competitivos, en los cuales identificar la elección más apropiada para sus necesidades es confundido por las estrategias expertas de la comunicación, la marca y la mercadotecnia. En tal entorno, es muy deseable tener acceso a una herramienta ágil que simplifique la toma de decisiones y dé información concisa y fácil de utilizar.

Los sistemas de ranking usados para valorar las instituciones de educación superior son un tipo de tal herramienta extendida y de uso común, como se ve en el complejo mercado de la educación superior de los EEUU. Sin embargo, los sistemas de ranking de las instituciones de educación superior no son usados solamente por los potenciales alumnos y su familias—también son utilizados por los mecanismos estatales de financiamiento para premiar, mantener o construir instituciones que puedan ayudar a desarrollar sectores de su economía que requieran inversión en la investigación impulsada por universidades.

Esta tendencia se está haciendo cada vez más transparente en muchos estados y por todo el mundo en desarrollo. Sin embargo, el proceso de crear y utilizar tal evaluación de instituciones conlleva  graves desventajas, sea de la perspectiva de un alumno universitario o de un país intentando cultivar la innovación y revitalizar su economía.

Los Mecanismos Internos de Los Sistemas de Ranking

Los beneficios, debilidades y ventajas de los sistemas de ranking en las instituciones académicas en los Estados Unidos se han debatido por años en los foros públicos políticos y en las ciencias sociales. Un análisis más detallado de estos sistemas revela sus  potenciales deficiencias.

Un sistema de ranking crea una lista de clasificación, en donde la suposición natural es que una institución con una calificación más alta que otra también es cualitativamente mejor. Por ejemplo, según la lista más reciente de Clasificación de Universidades del U.S. News and World Report,  el #1, la Universidad de Princeton, es cualitativamente mejor que el #10, el Instituto de Tecnología de California. Este tipo de jerarquización es absoluto.

La limitación, sin embargo, es que no hay consenso sobre que constituye una mejor escuela. Los estadísticos, quienes crean el sistema de puntaje, seleccionan los factores que ellos, los legisladores o miembros seleccionados de la academia consideran importantes. Por ejemplo, algunos de los criterios usados por U.S. News a lo largo de años han incluido la reputación académica, las tasas de retención, los recursos del profesorado, las donaciones de los exalumnos y la selectividad de los alumnos, entre otros. Sin embargo, los factores de la selección son subjetivos y a la discreción del analista; los factores como la reputación son intrínsecamente subjetivos y sujetos a un conjunto de factores propios, y el peso relativo de cada factor es debatible. En resumen, reducir las diferencias cualitativas complejas y algo subjetivas entre las instituciones educativas a un simple número es problemático, y oculta información potencialmente útil.

Como tantos otros aspectos de la vida en los Estados Unidos, la educación superior se ha hecho altamente comercializada. Muchas instituciones de educación superior, desde las grandes universidades públicas hasta las pequeñas universidades comunitarias, son estructuradas y gestionadas como instrumentos para generar utilidades. Las estructuras dentro de cada institución que tienen la posibilidad de recaudar más ingresos frecuentemente son mejor apoyadas, a veces al detrimento de las necesidades del cuerpo estudiantil global. Esta comercialización de la educación superior y la centralidad de cualidades basadas en el éxito financiero se reflejan en los sistemas de ranking usados en los Estados Unidos y el problema fundamental en ello: las universidades deben competir bajo las presiones y reglas de una economía de mercado. Una institución, por ejemplo, cuyo incentivo es  la búsqueda de subvenciones externas para la investigación, o al volumen de publicaciones, se enfocará en estos factores, los cuales son frecuentemente al detrimento del corazón y el alma de una universidad—el entorno educacional de los alumnos.

McCulloch-Lovell menciona, por ejemplo, el uso problemático del salario después de la graduación como indicador del éxito según las directrices para el financiamiento de la educación superior durante la administración de Obama. Este trato de la educación superior implica una percepción fundamental de la educación como un vehículo para la prosperidad, y es, como señala McCulloch-Lovell, un punto, de contención entre los legisladores y los educadores. Mientras la prosperidad y la absorción en un mercado laboral son, sin duda, resultados deseados de una educación universitaria, no son los únicos objetivos, ni en muchos aspectos, los más significantes.

Los Escollos de Aplicar el Modelo Fuera de los EE.UU.

Para los estados de renta media inferior o en desarrollo que han identificado el desarrollo de la educación superior como instrumental para el desarrollo global de sus economías, las herramientas estadísticas e índices como el modelo estadounidense pueden parecerles útiles. Efectivamente, los países de la periferia económica se ven obligados a unirse a la red global económica, y desarrollar la educación es una manera de acelerar este proceso. Sin embargo, de este modo, la posible desventaja es una comercialización temprana y fundamental de la educación superior.

Mientras el desarrollo económico a través del apoyo a las instituciones de investigación que generan ingresos es un objetivo importante, hacerlo al detrimento de la educación socialmente útil y responsable es un peligro a la larga. La academia que promueve el pensamiento crítico, la compasión, la creatividad y la responsabilidad social es igual de importante a la que mejora el estándar de vida material, y un balance debe ser encontrado para la viabilidad de cualquier sociedad a largo plazo.

Los sistemas de ranking que promueven la competición no son el camino claro al éxito, y se debe encontrar una solución para identificar las fortalezas y debilidades sin los rasgos de una economía de mercado. La viabilidad de una institución educacional sería mejor aprovechada si se orientara hacia los alumnos y la facultad, construyendo una distinción discreta entre los lugares de investigación y los lugares de aprendizaje para que un enfoque no desvíe los recursos del otro.

Etiquetas: Educación / Keiser University / Nicaragua / universidades

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