Naturaleza como lienzo

Rommel Téllez septiembre 2, 2014

Estas creaciones se pueden observar desde la distancia, se aprecian aún mejor desde la altura y constituyen una de las formas de arte más caras pero, quizás, menos reconocidas. Los campos de golf surgen en medio de los más variados paisajes y convierten el deporte en el vehículo para apreciar su belleza.

Su imponente construcción no solo beneficia a los jugadores, sino que también dinamiza las áreas donde se ubica. Muchos inversionistas ven en los campos de golf el señuelo perfecto para atraer clientes a otros tipos de negocios, como hoteles, restaurantes y viviendas.

Quienes se encargan de darle vida a estos proyectos son arquitectos especializados junto con la asesoría de quienes más saben del deporte: los grandes golfistas.

Los profesionales del golf siempre han tenido un rol protagónico cuando se trata de diseñar los espacios en que se desenvolverán sus colegas. Sus servicios se empezaron a requerir cuando se implementó la construcción de obstáculos para poner a prueba la pericia de los jugadores, cerca de 1840, según narra George Shackelford en su libro Las bases del golf.

El autor asegura que, al inicio, la tarea era muy sencilla, pues se trataba de alisar el terreno y marcar por medio de estacas los distintos hoyos. Todo el proceso tardaba un día y el espacio quedaba listo para ser usado. Un arquitecto cobraba en aquella época US$1 por jornada más gastos de desplazamiento.

En la década de 1890, el renombrado golfista escocés Willie Park Jr. llevó la construcción de campos a otro nivel al inaugurar el Sunningdale Court sobre un terreno arenoso al oeste de Londres, Gran Bretaña. Era la primera vez que un campo se construía lejos de un sitio costero, lo que probó que estos se podían construir en casi cualquier lugar.

La obra de Park fue mejorada por su secretario H.S. Colt, quien con el tiempo se convertiría en uno de los diseñadores más famosos de Gran Bretaña; tanto que su influencia cruzó los mares y llegó a Estados Unidos a inicios del siglo XX.

El arte que se desarrollaba en Europa fue profundamente estudiado por el estadounidense Charles Macdonald, una de las figuras principales en la construcción de lo que se considera el primer campo de alta calidad en los Estados Unidos: el National Golf Links of America, en Southhampton, Nueva York, en 1911.

Macdonald fue también mentor en diseño para varios arquitectos que, con el devenir de los años, dejaron un legado de campos de alta calidad en Estados Unidos y que, a su vez, influirían mundialmente.

Luego, la idea de incluir enormes lagos y búnkers dentro de los campos, se afianzó en la década de 1950 gracias a Robert Trent, angloamericano que llegó a ser el arquitecto de golf más famoso de los Estados Unidos hasta el final de la década de 1970. Trent fue el diseñador de al menos 500 campos en su vida y muchos expertos lo consideran un ícono en esta rama de la arquitectura.

Cerca de 1980, adquieren fama el norteamericano Jack Nicklaus y el australiano Greg Norman. Ambos prolíficos jugadores que decidieron seguir con la tradición implícita de que en el mundo del golf los grandes nombres deben aportar parte de su experiencia en el diseño de los campos.

Si bien actualmente los nombres de Lester George y Randall Thompson son sinónimos de diseño de vanguardia para los entendidos en la materia, son Nicklaus y Norman los referentes obligatorios que aún hoy se mantienen activos y comprometidos con su propia cruzada arquitectónica.