26 septiembre, 2016

Palabras de Carlos Pellas quien compartió lo que significó para él, la vida de su padre

Roberto J. Argüello septiembre 2, 2014

¡Qué tributo más precioso y más exacto, sin nada de exageración, lo describió exactamente a como era! Yo le decía a Vivian y a mis hijos: “¿Valdrá la pena que yo diga algo después de esto? Lo lindo que habló Alfredo y lo bien que lo describió”; y me decían que sí, mi enfoque es un poco diferente.
Yo quería contarles a ustedes lo que mi papá significa para mí y para mi familia.

Son tres palabras las que pueden calificar su verdadero sentido para mí. La primera es “bendición”. Yo me siento bendecido de haber tenido un padre como él. Me siento bendecido por el ejemplo de fe que él era. Muchas veces, yo llegaba a la oficina y no estaba precavido de que era jueves y lo veía alistándose. “Papá, ¿a dónde vas?”, le preguntaba. “¿No te das cuenta hijo? Hoy es jueves, es la misa
del Santísimo, no puedo llegar tarde”, me decía. “Sentate un minuto, hablemos”. “No, no, tengo que ir a la misa del Santísimo”. Pero él no iba a misa, ni a las actividades religiosas porque era un exigir de la religión. Lo hacía porque, cada vez que asistía al Santísimo, se sentía más cerca de Dios y yo, toda la vida, le admiraba esa fe.

Yo decía: “Dios mío, ¿cómo es posible que mi papá tenga esa fe? ¿Qué puedo hacer yo para ser igual que él?”. Como dijo Alfredo, esa conversión que él tuvo, esos últimos años de su vida, verdaderamente nos faltó a todos nosotros. Es un ejemplo de unidad familiar. Yo me acuerdo, cuando uno de mis hijos no llegaba a alguna cena de la casa, él me decía: “Bueno ¿por qué no vino la Vivian Vanessa, Carlos Francisco, Eduardo?” y yo le decía la razón. Entonces, en vez de molestarse porque no llegaban, me decía la palabra “qué triste”, porque verdaderamente lo que a él le encantaba era vernos a todos juntos y gozarnos a cada uno de nosotros, conversar con nosotros, vernos reír. Era ejemplo de amor, como dijo Alfredo, por mi mamá, por su “linda” como siempre le decía. Era muy celoso especialmente en Granada, de la ciudad de Granada. Siempre le reclamaba: “Linda, ¿ya fuiste a Granada, venís de Granada?”, él sentía que su competencia verdaderamente era Granada.

Fue un ejemplo de solidaridad con los más necesitados. No faltaba día, en la oficina, que llamara a Oscarito, los que están aquí de la oficina pueden ser testigos de lo que estoy diciendo, para cambiar dinero y así poderle dar dinero a las personas que pedían en los semáforos. Lo hacía todo el tiempo, todos los días de la vida.

Era también un ejemplo de amor por la naturaleza. ¡Cómo gozaba su jardín, cómo gozaba sus palos de aguacate! Cada uno de los palos tenía su nombre y el mejor palo tenía el nombre de “El Campeón”. Me siento bendecido por el tiempo que me dio Dios para disfrutarlo.

La segunda palabra que viene de mi papá es “honra”. Verdaderamente, yo me siento sumamente orgulloso de haberlo tenido como padre. Siempre se comportaba como un gran caballero, a cada persona le daba su lugar. Cada persona que lo conocía se expresaba con respeto de él, todos sus socios, todos sus amigos, colaboradores, las personas de pocos recursos. Todos y cada uno de ellos
lo respetaban, le tenían cariño.

Me siento orgulloso y dichoso de haber tenido un mentor como él. Él me enseñó todo lo que sé, a él se lo debo. Como decía un amigo de ambos, un socio, “tu papá es como un faro, que ilumina las naves en aguas tormentosas”.

Me siento orgulloso de su sencillez. Él se hubiera podido construir una mansión, pero no, no quiso, quiso vivir en una casa pequeña, porque así podía disfrutarlo con todos nosotros juntos. Ese era el tipo de persona que era. Me siento orgulloso del tipo de equidad y justicia en los negocios, un valor que nos ha transmitido a todos nosotros, a mi hermano Silvio, a Alfredo.

Él nunca quiso ser arribista en los negocios. Siempre me decía “mirá Carlos, si el negocio no es un buen negocio para ellos y sí para nosotros, no es un buen negocio para nosotros”. Siempre pensaba en el ganar-ganar, filosofía que Silvio ha implementado muy exitosamente en la Casa Pellas.

La última palabra es “dicha”, porque toda la vida, mi papá solo me ha traído felicidad.

Probablemente, ustedes no lo saben, pero él y yo compartimos oficina desde 1976. Durante todo este tiempo, nunca tuvimos una confrontación, nunca tuvimos discusiones ásperas. Siempre, cuando teníamos diferencias, las resolvíamos como padre e hijo, y él, siempre indicaba la forma de encontrarle una respuesta a nuestras diferencias. Sin duda alguna, era un gran componedor.

Una dicha porque compartí su pasión por el mar y por los deportes. Me contagiaba de felicidad ver cómo le brillaban los ojos cuando estábamos viendo la televisión y los 49rs metían un touchdown, Stanford metía gol o los gigantes de San Francisco metían carrera. Era una felicidad contagiosa, porque él todo, todo lo que hacía, lo hacía con pasión, felicidad y amor.

Cuando viajábamos fuera de Nicaragua, ¿cuál era su gran pasión?: ir a cenar a los mejores restaurantes pero, eso sí, si el restaurante era aburrido, aunque era buena la comida, decía “ese lugar no, porque es muy aburrido”. Siempre estaba buscando la felicidad, para poderla compartir con todos los demás. Mi misión en la vida ha sido, papá, y será siempre emularte y asegurarme de que tu legado viva para las futuras generaciones.

Que Dios te tenga a su lado, que Dios quiera y me permita, algún día, acompañarte. Te queremos.