27 enero, 2017

“La responsabilidad es implícita y obligatoria”

Arturo Castro febrero 26, 2015

Para una empresa, no hay otro camino más que ser socialmente responsable. Los beneficios no solo son muchos, sino que evita una gran cantidad de problemas.

Una empresa socialmente responsable va más allá de lo que la ley le exige, de manera voluntaria, definiendo valores y principios que la guíen para generar un impacto positivo en su entorno. El concepto no diferencia al tipo de empresas, ni su tamaño”.

Así lo afirma el director de responsabilidad social empresarial (RSE) de la Confederación Mundial de Negocios (World Confederation of Businesses, WorldCob), Daniel Javier, quien explica que la RSE o Corporate Social Responsibility (CSR, por sus siglas en inglés) son la integración voluntaria, por parte de la organización, de las preocupaciones sociales y medioambientales en sus operaciones comerciales y sus relaciones con sus stakeholders, es decir los entornos a quienes influye y los que la influyen.

“Ninguna empresa puede ser exitosa en una comunidad deteriorada. El bienestar común debe ser un objetivo común”, Daniel Javier.

“¿Por qué deberíamos aplicar la RSE en mi empresa? En realidad, la pregunta tal vez debería ser: ¿Mi empresa puede actuar de otra manera que no sea socialmente responsable? La responsabilidad no es algo que se quiera o no, viene implícita y es obligatoria. Las empresas son conducidas y gestionadas por personas y esas personas son responsables de lo que como empresa hagan”, asegura Javier.

De acuerdo con el ejecutivo, en una encuesta realizada por Naciones Unidas, el 85% de los CEO de las empresas consultadas consideraba que la RSE era vital para la supervivencia de sus organizaciones a largo plazo. “Y, si las empresas más grandes, prestigiosas, las líderes, con mejores recursos humanos saben esto, ¿puede nuestra empresa darse el lujo de no seguir su ejemplo?”.

Cambios positivos

La implementación de políticas de RSE genera variaciones que aportan valor a las operaciones de una compañía, tanto para ella misma, como para sus públicos de interés.

En su propia empresa, genera cultura empresarial, armonía de pensamiento y desarrolla vínculos basados en el respeto, la comprensión y la colaboración, lo que se traduce en empleados satisfechos razonablemente, con mejor calidad de vida, que compartirán objetivos, lograrán más eficiencia y mejor uso de los recursos.

En los clientes genera una relación de confianza y fidelidad, al percibir que se vende un producto o servicio transparente, que la empresa se preocupa por la comunidad y respeta el ambiente.

“Hay estudios que comprueban que los clientes que deben elegir entre dos empresas en condiciones similares, favorecen a la que perciban como más confiable y socialmente responsable”, explica Javier.

En la comunidad, se convierte en una especie de “licencia social”, algo así como un permiso para operar, otorgado por la comunidad.

“Está influenciada por un conjunto de creencias, percepciones y opiniones de la población local y otros grupos de interés acerca de un proyecto. Por lo tanto, la licencia social puede ser ganada y debe ser mantenida. Cabe recordar una frase que dice que ‘ninguna empresa puede ser exitosa en una comunidad deteriorada’. El bienestar común debe ser un objetivo común”, agrega el ejecutivo.